viernes, 17 de julio de 2020

Si no ponemos en práctica el contacto cero, ¿es porque el abusador se ha disculpado en verdad, tan sinceramente, y nos ha prometidio que va a cambiar, que se va a esforzar por ser noble, justo, equilibrado, entrañable, servicial, pacífico y bueno? Ya (aunque igual nos está aplicando su técnica perversa del "hoovering": prometernos el oro y el moro con el único fin de recuperarnos, no por que él o ella narcisistas vayan en verdad a cambiar). Pero en fin, consideremos por un momento que increíblemente el trastornado nos pide disculpas. Vale. Pero para que la disculpa sea sincera debe cumplir con el siguiente requisito básico, "sine qua non". A saber: que el abusador (sea narcisista maligno o psicópata) muestre con hechos que se arrepiente de la violencia psicológica que ha perpetrado contra su víctima, y que no solo de palabra pida perdón. Lo cual ya de por sí es harto difícil, pues estos trastornados tan malignos son superaltivos, altaneros, soberbios, vanidosos en grado sumo; tanto que, como bien conocemos, por lo común ni perdón perdón a sus víctimas de todas sus fechorías, ni se sienten culpables ni responsables de nada malo que hacen, ni están dispuestos a recibir crítica alguna a su forma de ser ("modus vivendi", "modus operandi"), ni toleran que se ponga en duda su lugar de soberbia preeminencia y dominio lesivo o abusivo sobre sus víctimas, ni están dispuestos a tratar don respeto, consideración y con la dignidad debida al prójimo, que en consecuencia para ellos es víctima, presa, objetivo a batir, instrumento que usar y tirar... Pero aun así nos resistimos a aplicar el contacto cero, suponiendo tal vez que debemos darle una nueva oportunidad... Solo que si resulta además que no se puede dialogar con un narcisista maligno o con un psicópata -ni en verdad se debe o recomienda, pues es una pérdida de tiempo y de energía-, pues estos trastornados con ínfulas y delirios de grandeza desprecian la verdad, las reglas de todo buen diálogo que merezca tal nombre, la razón, la lógica, la asertividad, los códigos éticos y morales, ¿para qué intentar ese diálogo de sordos y, sobre todo, cómo creer en el arrepentimiento sincero del narcisista maligno o el del psicópata y cómo, a fin de cuentas, seguir postergando el contacto cero? Ambas especies de trastornados con tal trastorno antisocial de la personalidad, lo que buscan exclusivamente en toda propuesta de supuesto diálogo que hagan o acometan es salirse con la suya, acabar siempre teniendo la razón frente o contra su interlocutor, reducido por ende a la condición de víctima. Para lo cual no dudarían en echar mano de toda clase de marrullerías, trampas, juego sucio, mentiras, manipulación... Porque el fin justifica los medios: ganar y solo ganar como sea, para mantener a salvo el falso yo endiosado que el narcisita o el psicópata se han creado, saturado de complejo de superioridad, a partir justamente de un tenebroso complejo de inferioridad, de un tremendo vacío existencial y de una muy baja y precaria autoestima que dejaron arrinconada en algún lugar remoto de la infancia. Sin embargo, allende toda la evidencia de que disponemos aún no nos decidimos a poner en acción el contacto cero. Solo que conociendo como creemos conocer la naturaleza trastornada del narcisista o el psicópata integrado, ¿cómo poner así como así la confianza en el sincero arrepentimiento de uno y de otro, por el que debemos entender que van a proponerse no lastimar más a nuevas víctimas con su implacable esquema de odio, envidia, manipulación, humillación, desprecio, altivez y cosificación? ¿No es cierto que más aceite da un ladrillo que la esperanza que podamos en verdad tener sobre la sinceridad del arrepentimiento del sujeto trastornado con trastorno narcisista o psicopático de la personalidad? Entonces, frente a toda la evidencia de que disponemos, ¿por qué no aplicar el contacto cero de manera irrevocable? En verdad, frente a toda la evidencia que ponen a nuestra disposición especialistas como el Dr. Iñaki Piñuel y Zabala y tantos otros (evidencia que sentencia que estos sujetos ni cambian de comportamiento ni desean cambiar, o sea, que ni en broma van a cambiar), ¿qué razones creemos seguir abrigando para no poner en práctica el contacto cero? A decir verdad, yo lo tengo claro: contacto cero irrevocable. Si bien al respecto persiste en mí una duda. A saber: si una vez lo aplicas el abusador-manipulador lo ha notado y te llega a pregiuntar por tu actitud hacia él, ¿es conveniente decirle algo así como "mira, yo en verdad no te odio -aunque tú a mí según parece, sí-, es decir, que no te deseo mal. Deseo que seas feliz, y que incluso llegues a anhelar de veras sanar tu grave trastorno. Porque, ¿sabes? Desde que me he dado cuenta de tu trastorno, he decidido poner contigo un muro de protección, una barrera de defensa entre tú y yo. He decretado contigo el contacto cero., que significa que no quiero saber absolutamente nada de ti, ni hablar contigo bajo ningún concepto. No por odio contra ti ni por espíritu de venganza, sino para salvaguardar mi dignidad que tú pisoteas, para poner a salvo mi salud psíquica?" ¿Sería bueno comunicarle al narcisista, digo si él mismo te preguntara, la razón de tu "descarte"? Buenas noches.


A propósito de lo que aquí se dice, han sido varias veces las quen he intentado explicar a personas manipuladas por el maltratador psicológico, que si este pretende "hacer las paces" con su víctima la medida o iniciativa "sine qua non" es que le pida perdón a la víctima, amarga y sinceramente. Y que ipso facto cese en su actitud abusiva, manipuladora (salpicada de mentiras, odios, envidias, celos, maldad), traidora, desleal. tóxica, dañina, perversa... Respuesta o "éxito" obtenido: la callada por respuesta, o lo niegan todo, o hasta se atrreven a acusar a la víctima (en este caso, quien estas líneas escribe) de ser causante, culpable o responsable del maltrato recibido. Entonces yo me pregunto ahora en voz alta: ¿cabe considerar que esto que ocurre es otra cosa que no sea una situación de devastadora perversión y de ruindad moral máxima? ¿De qué otra manera se puede denominar a una situación como esta que he pretendido brevemente describir? ¿Cabe mayor falta de resperto del psicópata integrado , del narcisista maligno y de toda su cohorte de compinches o monos aduladores quienes, no contentos con ejercer la ruindad de perpetrar la violencia psicológica contra la víctima inocente, finalmente, ni cortos ni perezosos o lavándose las manos como Pilatos, predenden además rematar la faena ni siquiera reconociendo el maltrato perpetrado, no discúlpandose, pretendiendo con todo ello tratar a la víctima como idiota, como ni siquiera merecedora de unas elementales disculpas? ¿Y estas son las mismas personas que, en el colmo de la hipocresía, como para aparentar, guardar las apariencias o lavarse su conciencia, llegado el caso pretenderían hacer ver que no ha ocurrido nada relacionado con la violencia psicológica, y aquí paz y en el cielo gloria?
Cada vez siento tenerlo más claro: psicópatas integrados y narcisistas malignos casi siempre con la complicidad, a modo de apoyo logístico, de algunos compinches o monos voladores actúan como actúan contra sus víctimas por maldad. La maldad es la que los domina, y no precisamente el temor de Dios. O ya el ansia de saber, de conocimiento científico de la realidad, que es lo que mueve a intelectuales no religiosamente creyentes de la talla de Antonio Escohotado, Fernando Savater, Fernando Sánchez Dragó, Gabriel Albiac, o el desaparecido, ya va para cuatro años, Gustavo Bueno. Y he escrito adrede "actúan" porque en efecto son actores: interpretan el papel o rol de su falso ego endiosado desde el trampolín de sus delirios de grandeza. Por causa de tales delirios de grandeza llegan a creerse que son perfectos, perfectísimos, pluscuamperfectos, cuasi divinos, como infalibles, irreprochables, inimitables. Y claro, desde ese incontestable sentimiento de superioridad, solo son capaces de sentir y ejercer control, desprecio, humillación, infravaloración, acoso y devaluación contra sus víctimas. Solo que -a estas alturas-, ¿hace falta que precisemos que tal sentimiento de superioridad lo que esconde es una bajísima autoestima, un tenebroso vacío interior y un insoportable complejo de inferioridad que está adrede sepultado en el yo real del trastornado psicópata o narcisista? Soñar con que alguna vez, algún día y de manera sincera te vayan a pedir perdón por todo el daño causado es una ingenuidad tan alta como las torres de una catedral gótica Pero entonces, así las cosas, me viene a la mente una pregunta que se formula una víctima de la violencia de estos perversos maltratadores desde su canal de Youtube titulado "Cristianos contra el abuso narcisista" . A saber: ¿pagarán algún día por todo el daño que hacen a las personas? ¿Pagarán algún día cuando se encuentren, cara a cara, con el Juez de la vida y de la historia?

¿Qué compasión para con sus víctimas van a tener tales verdugos o victimarios que, para empezar con la descripción de su museo de los horrores, niegan todo maltrato, lo justifican en el mejor de los casos, lo achacan a la culpabilidad-responsabilidad de la propia víctima...? En definitiva, que de tan perfectos, perfectísimos, pluscuamperfectos, de conducta intachable y de proceder impecable, ni se equivocan ni pecan nunca ni tienen por ende necesidad u obligación de disculparse ante sus víctimas; muy al contrario, son precisamente estas las que no deben olvidar en ningún momento "quién es el macho de las cabras, el número uno, quién es el que manda, el que tiene siempre e invariablemente la razón, quién es el semidiós al que hay que rendir adoración y pleitesía". Desde luego, uno analiza una por una cada una de las pretensiones delirantes del psicópata integrado o del narcisista perverso, y comprueba ipso facto que son tan absurdas, tan descabelladas, que llega sin solución de continuidad a la siguiente conclusión: solo un consumado manipulador, mentiroso compulsivo y abusivo que hostiga y afrenta y amedrenta a sus víctimas, es capaz de pretender hacer pasar por verdaderas ideas tan alucinadas, locas, aberrantes, inhumanas, dañinas, tóxicas y despiadadas. O lo que es lo mismo: sin la máscara de su falso yo grandioso, sin los delirios de grandeza y sin su sentimiento de superioridad, que precisamente ha sido eregido en el lugar que debiera corresponder al complejo de inferioridad propio del yo real reemplazado y sepultado, la persona del abusador-manipulador no sería nada: un alfeñique.

jueves, 16 de julio de 2020

En el trasfondo de todas estas reflexiones subidas a Youtube desde canales administrados por psicólogos, psicoterapeutas y demás expertos e implicados en este mundo de las psicopatías, desde mi experiencia o a mi juicio subyace la misma idea que va a misa, la misma vía que nos lleva a Roma. A saber: siempre, pero siempre siempre, el maltratador psicológico (ya sea este un psicópata, un sociópata o un narcisista maligno) niega la violencia psicológica que perpetra contra su víctima. Contumaz y cínicamente la niega. Dada su gravedad diríamos que devastadora para la psicología de las víctimas , tal negación sería suficiente motivo para que, una vez encendidas todas las luces de alarma en la víctima, esta se decida por decretar el contacto cero irrevocable con el trastornado abusador. Contacto cero que además debiera implicar un poner tierra de por medio, mediante la estrategia de la piedra gris o incluso el contacto cero, con relación a todos los compinches, cómplices o monos voladores del maltratador psicológico. Por lo demás, para mí no hay duda al respecto: tanto el maltratador psicológico como sus monos voladores actúan de manera tan vilmente ruin y demoledora de la psique de sus presas o víctimas porque son personas radicalmente alejadas del amor de Dios. Esto no quiere decir que no haya personas que desde su agnosticismo o ateísmo incluso sean en verdad muy respetuosas y hasta cariñosas y dadivosas con el prójimo. Las hay, a Dios gracias. Solo que no sería así por lo que concierne a los maltratadores psicológicos y sus compinches: estos actúan como actúan, perpetran el daño devastador que perpetran contra las presas inocentes, porque están cegados por el odio, el resentimiento, el desamor, la envidia, los celos, los intereses meramente materialistas... Desgracia más grande la de ser víctima de los desmanes, delirios de grandeza y egoísmos de una persona afectada con trastorno antisocial de la personalidad ... Qué noche oscura se cierne sobre la vida de tantas víctimas inocentes de estos seres oscuros, perversos, dañinos, tóxicos a más no poder, malvados, amorales, enceguecidos por la envidia patológica y el odio. Qué noche oscura del alma cuando las víctimas son atacadas por estos lobos disfrazados con piel de cordero, por estos meros demonios con cara de ángel... Por estos individuos e individuas que, tras una fachada de encanto irresistible, bonhomía, servicialidad, respeto altruista al otro, honorabilidad, honestidad, perfeccionismo, calidad humana y moral, esconden en verdad a despiadados y perversos monstruos sin alma (desalmados), sin conciencia moral, sin empatía emocional, sin sentimiento de culpa alguno y sin el más mínimo remordimiento cuando hacen sufrir a sus víctimas inocentes... En definitiva, retomando la pregunta inicial: ¿cómo no decretar ipso facto contacto cero con el abusador por el solo hecho de que este es tan cínico y despiadado con su víctima que, perpetrando contra esta toda la artillería o tecnologías del abuso (el silencio arbitrario, la injuria, la amenaza de agresión física e incluso de muerte, la calumnia, la luz de gas, el juego de la piedad, la triangulación, la autovictimización, la humillación, la cosificación, la devaluación, la infravaloración, la difamación, la manipulación, la mentira...), llegado el caso si es confrontado niega todo abuso? ¡ Habráse visto mayor desprecio hacia otra persona, mayor injusticia, mayor depravación moral! Insisto: ¡se sienten irrefrenablemente impelidos a humillar, ningunear y manipular al otro para sentirse ellos importantes, para contrarrestar la baja autoestima que experimentan! Por Dios.

Y no les sugieras que si es que ellos pretenden que nos creamos que no se equivocan nunca, si es que se consideran perfectos, intachables, impecables (conocemos que en su delirio de grandeza tal es lo que pretenden que los otros crean), ¡porque acabarán, como para no perder las "buenas costumbres", culpándote a ti de todo y exculpándose ellos de cualquier culpa o error!

En definitiva: en el fondo todo parte de un pavoroso complejo de inferioridad y de una bajísima autoestima. El trastornado trata de salvar ese complejo y esa baja autoestima a base de altas dosis de falso yo endiosado y delirios de grandeza.

lunes, 13 de julio de 2020


Un par de preguntas: qué pasa cuando la víctima del psicópata o del narcisista maligno no es su pareja sino un hermano, primo, amigo, pariente...¿En tales casos también tiene tendencia a volver para seguir "vampirizando" a su víctima? En los casos de violencia psicológica, los compinches del maltrator (las personas que él manipula a su favor en contra de la víctima, esto es, sus cómplices, sus monos voladores) ¿es indudable que son muy culpables de todo el daño y sufrimiento que causa a la víctima inocente la violencia ejercida por el psicópata o el narcisista maligno? Y otra, que más que pregunta es una muy amarga constatación. Conozco varios episodios de violencia psicológica. En todos los casos que conozco, el abusador de marras echa mano de absolutamente todas las tecnologías propias de la agresión psicológica (hacer el vacío, la luz de gas, el juego de la piedad o victimización, la cosificación, la humillación, el desprecio, la difamación, la infravaloración de su víctima, la calumnia, la manipulación de la realidad, la tergiversación de la verdad, el acoso, la intimidación, la amenaza...). Sin embargo, el maltratador niega rotundamente el maltrato que perpetra. Lo niegaq en todos los casos que conozco. Entonces, una actitud tan perversamente cínica, tan dañina de la psique de la víctima, tan degradantemente inhumana, ¿va a quedar impune para siempre? ¿El maltratador se saldrá finalmente con la suya? ¿Nunca acabará pagando por todo el daño que hace durante toda su vida? Desde luego, expertos y víctimas de tales monstruos, sensibles y cultivadores de lo espiritual o religioso, sostienen que sí que "pagarán" por todo el mal que hacen. Porque en verdad más allá de las apariencias, más allá de su delirio de grandeza, allende su falso ego endiosado, se trata de seres muy desgraciados, muy vacíos por dentro (nula o muy pobre vida interior), corroídos por la envidia. Pero además señalan que una persona que llegue así al final de su vida sin haberse nunca jamás arrepentido de sus actos, de todo el daño y sufrimiento causado, ¿cómo se va a excusar ante Dios? Ni jugamos a ser Dios ni queremos juzgar y mucho menos condenar al psicópata o al narcisita maligno, porque en todo caso son tales trastornados los que se van autodestruyendo, día a día, a pulso, por méritos propios ("el bien nos construye; el mal nos destruye", que diría san Juan Pablo II). Y porque además, los que somos creyentes religiosos no nos debiéramos sentir "ya salvados", ni modo, para nada, y sí más bien exhortados por el mismísmo Dios, a quien confesamos amar, a cumplir su voluntad para ir garantizando nuestra salvación.

luis alberto henríquez lorenzo
El "oscuro secreto del narcisista" es todo lo que usted dice, D. Antonio de Andrés, en esta nueva entrega en vídeo suyo a través de su canal (entrega titulada "El oscuro secreto del narcisista", como acabamos de adelantar). Magistralmente nos lo enseña. Y yo añadiría que de manera entrañable: usted es ya un hombre y un psicólogo veterano (ojo, no le estoy llamando viejo, jejeje). Pero es sobre todo su agenda oculta, esto es, la maldad, ese "oscuro secreto del narcisista". La maldad, sí, el propósoto de hacer daño a sus presas. Porque dañando y empequeñeciendo a los demás es como se siente superior y especial este ser verdaderamente trastornado. ¡Alguien que en el fondo experimenta tanto complejo de inferioridad que necesita humillar e infravalorar al otro para darse bombo y platillo! En fin, ya lo he reconocido: es lo que usted señala. Esto es, la envidia patológica y el ansia de controlar el poder son el binomio, la matriz del trastorno del narcisista perverso y del psicópata integrado. Pero si se le pudiera despojar de su poder intimidador, de su violencia, de su odio, del "miedo" que mete en el cuerpo y el espíritu de sus víctimas. quedaría reducido a un pelele, a un muñeco de trapo, a una piltrafa humana sin conciencia moral, sin empatía alguna, sin sentimiento de culpa. "Gravemente trastornados, son tan descaradamente vanidosos que pese a ese su grave trastorno van por el mundo "perdonando la vida" a la gente, al común de los mortales. "Cuando alguien se queda sin argumentos, echa mano de sus puños" (Hegel 'dixit'). Pues así van por la vida los psicópatas integrados y los narcisistas malignos. Se sienten superiores desde su falso ego grandioso, desde su odiosa prepotencia, porque acojonan a sus víctimas, las amenazan, las humillan, las cosifican, las desprecian, las infravaloran... No aportan en verdad ni una sola razón de peso, ni un solo argumento cuando "se rebajan" a dialogar con sus desgraciadas víctimas -siempre inocentes , que quede claro-. Diálogo que, como sobradamente conocemos, no es tal, sino una trampa con que salirse con la suya. Una trampa o coartada para el engrandecimiento de su ego y su voluntad manipuladora. Y para la consiguiente humillación, infravaloración, cosificación y desprecio de las víctimas. Vaya personajes. Tenebrosamente vacíos en su nula vida interior, vampirizan emocionalmente al otro y encima juegan a hacerse las víctimas de sus víctimas

lunes, 6 de julio de 2020


"Sin asertividad y respeto al interlocutor, no puede haber diálogo"




Recuerdo con amarga pero muy meridiana nitidez la última vez en que intenté "dialogar" con uno de estos sujetos o especímenes, denominados depredadores intraespecie por el Dr. Iñaki Piñuel y Zabala (uno de los mejores especialistas europeos en estos asuntos de psicopatías y abusos psicológicos contra víctimas inocentes).


Por lo que dice a mi parte, aunque llevo como año y medio documentándome sobre este asunto de las psicopatías y su efecto devastador sobre las víctimas inocentes que las sufren, aún no sabía ni de la necesidad del contacto cero ni de la imposibilidad total de dialogar con estos individuos e individuas, gravemente trastornados con trastorno antisocial narcisista o psicopático.



Para comenzar, le saqué el dato del maltrato psicológico que viene perpetrando contra mí, con total impunidad y alevosía (contando para ello con varios compinches, cómplices o monos voladores; en este caso, monas), desde hace casi dos años. Tal vez porque lo pillé de sorpresa, o sabe Dios por qué, aun tuve tiempo, antes de que él sin dar explicaciones cambiase de tema o de tercio, de recordarle un dosier escrito que le envié a su propio domicilio en el que se explica muy concisa pero acertadamente en qué consiste la violencia psicológica, el perfil narcisista o psicopático del maltratador, los móviles que lo causan, la gravedad psíquica del maltrato (las heridas que produce en la víctima, a menudo irreversibles), el hecho de que siempre sea un delito desde una perspectiva legal...La psicopatia. teoria e investigacion (robert d - Vendido en Venta ...

Todo inútil: la verdad les resbala, ¡no deben conocer bien ni lo que es la verdad ni lo que comporta, de suerte que sabido es que en su momento no debieron introyectar en su conciencia el deber moral! Ni que decir que no pidió perdón, no se sintió aludido (como si la cosa no fuera con él), y que por supuesto negó todo maltrato y toda responsabilidad personal y, tan tranquilo, pasó a descalificar de un plumazo mis escritos literarios.

Él, que no sabe escribir con coherencia dos líneas seguidas, se permitió descalificar mis escritos (no pocos de los cuales aparecen en bitácoras de Internet tenidas por importantes; los suyos ni siquiera existen, y si existieran, serían no más que una cagada). Golpe bajo, preñado de maldad, cinismo (por lo demás, nada nuevo: son así de dañinos, tóxicos y perversos, corroídos por la envidia). Porque cierto que no soy ningún escritor consagrado, ¡qué más quisiera yo!, solo que al menos escribo, tengo alguna obra publicada; él, repito, no sabe ni escribir con corrección una sola línea (no creo que haya leído ni un solo libro valioso en su vida); traten de imaginar por un momento cuál podría ser su calidad como crítico literario...

Pero como resulta que es el psicópata integrado o el narcisista maligno, su palabra va a misa (por cierto, ni que decir que jamás va a misa, pues debe sentirse tan perfecto, tan semidivino, que nada se le habrá perdido en las iglesias, salvo acusar de hipócritas a los que sí van, precisamente él que es un mero hipócrita, un ser que lleva una máscara, toda vez que su vida es una mentira con patas: la representación pública de un falso yo endiosado tras el cual se esconde el monstruo).

Por lo demás, salta a la vista que mis escritos literarios no venían a cuento, cualquiera que sea su calidad literaria. Sin haberme permitido ni siquiera explicarme, justificarme o reivindicarme como escritor, en su furor abusivo y manipulador seguidamente saltó con veladas y absurdas críticas a opiniones mías sobre la crisis actual de la Iglesia, totalmente manipuladas, descontextualizadas y grotescamente deformadas -como es lo propio del nivel de manipulación de estos pérfidos seres-.


A decir verdad, a este perverso miserable, oscuro y tóxico, ni la crisis de fe en la Iglesia le preocupa lo más mínimo, desde su total indiferencia religiosa, desde la superficialidad de su falso yo endiosado de cartón piedra, ni tiene lo que se dice pajolera idea del asunto. Pero como de lo que se trata es de intentar herir, desacreditar, lastimar, humillar, empequeñecer a la víctima para engrandecerse el trastornado, llevado de su delirio se grandeza...

Sin darme tiempo a replicarle con argumentos, pasó a decirme que yo estaba loco y que él estaba dispuesto a pagarme terapia con un psicólogo. Otra típica tecnología de los psicópatas integrados y narcisistas malignos: acusar a sus víctimas de estar locas como forma de estigmatizarlas, anularlas, infravalorarlas y desacreditarlas ante la opinión y mirada de los demás, porque si alguien es considerado loco, en buena lógica sus juicios y opiniones tienden a desacreditarse y...


No sé cómo pude pero el caso es que le dije de su trastorno (menté las palabras "mágicas" psicópata y narcisista), y le recordé que la violencia psicológica no solo es una canallada desde una perspectiva humana y moral sino que, en la práctica totalidad de los ordenamientos jurídicos de las sociedades modernas, constituye un delito, punible en ocasiones con penas de cárcel.


Como ya sin duda ha supuesto el amable lector, de nada sirvió mi estrategia: cometen en verdad delito, jurídicamente hablando, al perpetrar violencia psicológica contra las víctimas inocentes, pero les da igual: ni remordimiento alguno ni autoasunción de la culpa ni conciencia de pecado o de culpa ni conciencia moral ni empatía que merezca tal nombre. Como si estos seres, que se reivindican como semidioses que desprecian y humillan a todo el mundo, se sientieran por encima de las normas que sí vigen para el resto de los mortales.


Recuerdo que esbozaba sonrisas malignas, muy psicopáticas: su mirada es indubitablemente de psicópata, o de narcisista perverso, lo tengo ya más que visto (incluso su caminar; toda la gestualidad de su cuerpo es la propia de los psicópatas o narcisistas malignos), con lo cual pretender pasar por alto que lo es no es ya una cuestión de ignorancia sino de mala fe. Y en fin: era como si la verdad le importara un comino.


Como si la verdad le importara un pimiento, toda vez que de lo que se trata es de desestabilizar a las presas o víctimas: humillarlas a toca costa y en todo momento para extraer de esa humillación-cosificación el combustible con que saciar el insaciable hambre de su falso yo endiosado.


¡Empequeñecen al empático, extraviados en su pavoroso vacío existencial y en sus delirios de grandeza, para tratar de engrandecerse ellos narcisitas o psicópatas!



A mí, Mengano, ya no me engañas: te he desenmascarado en tu monstruosidad malvada y perversa. Por ello sé que la verdad, en efecto, te importa un comino; mejor, no solo es que no te importa, es que te molesta. Porque vives instalado en la mentira de tu falso yo endiosado, en la mentira de tus delirios de grandeza (tras de los cuales, como bien se sabe, queda sepultada una muy baja autoestima y un espantoso complejo de inferioridad).

(Abusadores: incapaces de amar genuinamente a nadie, son tan dañinos y perversos que a menudo acaban enemistando a las víctimas inocentes del amor de sus seres queridos, haciendo creer a estos -a los que odian realmente, pues estos seres tan trastornados como despiadados no aman a nadie- que solo ellos son dignos de su amor, y nos las víctimas.

Además, si no fuera por todo lo que intimidan, amenazan, ofenden, insultan, humillan, hostigan, uno acabaría, sin pestañear ni un segundo, pasando olímpicamente de ellos, sin mayor miramiento, pues sus argumentos suelen ser de risa por lo absurdos e infundados, más simples que el mecanismo de un muñeco.)

Siguió el nota sacando temas que no venían a cuento (extrapolando y descontextualizando hechos del pasado que nada importaban al presente: otra de las tecnologías de la manipulación y la agresión preferidas por estos malvados), sobre los que intentaba verter su profunda ignorancia, tan propia, por lo demás, de estos superficiales y muy narcisistas seres.Y en todo intentaba pontificar, más papista que el papa, con argumentos irrisorios e infundados.


Por mi parte solo intentaba reconducir la frustrante conversación imposible al núcleo de la verdad: a su maltrato psicológico. Todo inútil, porque eso es justamente lo nuclear que niegan: la violencia psicológica que su descomunal trastorno mental les lleva a perpetrar contra los demás.



En definitiva: una experiencia como esta pone de manifiesto lo que son estos seres: mentirosos, manipuladores, delirantes (delirios de grandeza), cínicos, dañinos, desvergonzados, cerrados a la empatía emocional y a todo sentimiento de culpa, cerrados a la razón y a la verdad, saturados de odio, envidia patológica y resentimiento.

Estoy seguro de que en su extravío y delirio se sentirá triunfador. Pensará que me derrotó, en ese aborto de diálogo, "casi sin despeinarse". Desgraciado (en el sentido etimológico y a la vez teológico: sin gracia, sin la gracia santificante del Espíritu de Dios). Y a más de uno y de dos estará contándoles, en su campaña de difamación contra mí, que en efecto, en un quítame allá esas pajas, se deshizo "dialécticamente" de mí. Que se deshizo de un loco, de un desquiciado, de un perturbado necio y malvado, ruin y egoísta.

Este sujeto no tiene ni la FP acabada; yo tengo una licenciatura y dos carreras más casi acabadas, soy profesor en Secundaria, he publicado 7 libros, cientos de artículos, mantengo un blog (con casi 1.000 entradas salidas de mi avellanado cerebro en un período de 7 años), soy militante de no sé cuántas causas perdidas... Indignísimo discípulo de Cristo, empero soy de misa, comunión y rosario diarios...

A ver, me explico. Para ser buena persona claro que no hace falta tener estudios casi que de ninguna clase, pues todos conocemos a personas con dos doctorados que son animalitos con ropa, y a la vez conocemos a personas sin estudios que son almas de Dios (por poner un solo ejemplo, san Francisco de Asís, que era un poco "mula" en cuanto a sus estudios). Igualmente, cumplir como fiel católico no garantiza la bondad, la honestidad y el sentido de la justicia. Ni garantiza la salvación del alma (ardua tarea del día a día). De suerte que ya lo advertía nada menos que san Juan Crisóstomo, doctor de la Iglesia: "El camino que conduce hacia el infierno está empedrado con los cráneos de muchos obispos."

Lo que sucede es que me permito tales confidencias para subrayar el concepto básico de la envida enfermiza o patológica como móvil del psicópata y el narcisista maligno. Y para significar que en efecto, al pan pan y al vino vino: no se puede ser narcisista maligno o psicópata integrado y ser a la vez buena persona. No se puede.


Esto es, ojo al dato: monos voladores que adoráis o rendís pleitesía a estos funestos seres, ¡no se puede ser buena persona, honesta y leal, generosa y de recta intención, si se es psicópata integrado o narcisita maligno! Pretender tal cosa es como buscar la cuadratura del círculo.



En fin, comoquiera que sea, según mi psicópata yo soy el malo (el chivo expiatorio, el victimario al que hay que eliminar, extirpar, aborrecer...); él es la víctima y es un dechado de virtudes (¡él en persona, que ni siquiera tiene empatía ni conciencia moral ni remordimiento ni sentimiento de culpa!). Por lo cual debe ser por lo que nunca pide perdón. Infalible en todo, nunca reconoce fallo alguno ni fisura de ninguna clase en lo que lleva a cabo. Nunca; la culpa siempre es de los otros.

Claro: como que si reconociera que se equivoca y peca, como nos equivocamos y pecamos todos (es decir, las personas normales de carne y hueso, los empáticos), ya no sería tan perfecto. Y hasta se le caería esa máscara que lo presenta ante la sociedad como el mejor de los caballeros posibles, de encanto y honestidad irresistibles.


Ahora reconozco a la legua que en estos sujetos ultramalignos uno de los móviles causantes de su modus vivendi y su modus operandi es la envida patológica. Pero mira que duele, y cómo duele, su capacidad de hacer daño, su capacidad de manipular, abusar, herir, intoxicar, mentir, engañar, injuriar, acosar, infravalorar, lastimar, cosificar...



Entonces así las cosas -acabo-, a menudo me pregunto si se consigue algo con confrontarlos, y luego denunciarlos y que desde las instancias pertinentes un equipo de especialistas les haga un informe desde el cual al menos se les lea la cartilla. Esto es: "Mire, Fulanito, según el examen pericial que le hemos realizado, usted canta clarísimo como psicópata, o como narcisista maligno". Que al menos se les diga en toda su cara dura lo que son, contra su maldita altivez, desde la competencia pertinente del equipo de especialistas de turno.


Lo anterior realizado -si es que se pudiera o fuera conveniente realizarlo, que igual no-, siempre desde este consejo del ya octogenario, camino de nonagenario, Robert Hare, viejo profesor e investigador canadiense considerado el mejor experto en psicópatas del mundo: "Si descubres un psicópata en tu vida, no te lo pienses dos veces, ¡corre!"



6 de julio, 2020. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social.