viernes, 5 de junio de 2020


Dios nos libre y guarde de seres inhumanos tan malvados”



Son tan malvados, ruines, tóxicos, dañinos, malignos, inhumanos y perversos, que sí: en verdad lo más normal es sentir que parecieran salidos de las entrañas del mismísimo infierno.


Dicho lo cual, reconozco lo que sigue: para tales sujetos radicalmente perversos y para su corte toda de aduladores (monos voladores y demás especie), el solo leer lo que dejo escrito en el párrafo primero sería suficiente para llevarles a decir de mí, muy probablemente, con desdén, algo así como lo que sigue: “Mira lo que dice este, del infierno y no sé qué, ¡estará majara el tío, como una cabra harta de papeles!”


Mas se retratan: no creen en el infierno, ni en el Maligno, porque descreen de Dios. Ergo, viven como si Dios no existiera. Y desde luego vivir como si Dios no existiera me parece, per se, un drama, porque compromete nuestra salvación eterna. O lo que es lo mismo: si en vida, a su paso por este mundo, por este valle de lágrimas, ni los hoy santos y santas de Dios se sentían seguros de la salvación eterna de su alma, ¿cómo lo pueden estar esas personas crueles, inhumanas, del todo malignas y perversas que adolecen del llamado trastorno narcisista o psicopático de la personalidad, que es, a mi juicio, la forma más en las antípodas de lo que es vivir una vida de humildad, amor, generosidad, espiritualidad, trascendencia, entrega, sinceridad, asertividad, sed de Dios, sed de justicia, sed de infinito, entrañas de misericordia, seguimiento de Cristo y de su Iglesia...? ¿Cómo pueden estar confiadas en alcanzar la salvación eterna, meta que al cabo es la única trascendente luego de nuestro paso por esta vida, personas que transitan por este mundo haciendo sufrir tan arbitraria e injustamente a otras personas, a base de hostigarlas, dominarlas, manipularlas, humillarlas, insultarlas, infravalorarlas, calumniarlas…? ¿Cómo pueden estar confiadas en alcanzar la salvación de su alma, creyendo para tal logro en un Dios justo y misericordioso, personas que jamás de los jamases se arrepienten del daño que causan a tantas víctimas inocentes? ¿Cómo lo pueden estar personas que se sienten superiores a los demás, como si fuesen semidioses que jamás se equivocan de tan perfectos, que desprecian a todo el mundo, que en verdad no aman a nadie, que disfrutan haciendo sufrir al prójimo (se sienten eximios y únicos así, seres de excepción que se lo merecen todo y hasta el derecho de humillar, manipular y lastimar a sus presas), y que exhiben permanentemente su endiosado e impostadísimo ego, más falso que un Judas de plástico (permitido el humor loado sea, también para asuntos tan graves y sufridos).
Mujeres que corren con psicópatas | Facebook

De manera que ya he concretado el asunto del que me voy a ocupar en este escrito: el inmenso sufrimiento psíquico, moral, existencial y desde luego espiritual que causan a sus víctimas inocentes los llamados perversos narcisistas y los psicópatas socialmente integrados. No soy experto en el estudio de la mente humana, mas no se me esconde que existen, dentro de la clasificación de los perversos narcisistas, diversos subgrupos según el grado de intensidad del trastorno narcisista, etcétera. Al igual que existen los sociópatas y no solo los llamados psicópatas, como también se incluye entre las personas tóxicas a los maquiavélicos y a los trepas laborales. Solo que, tal vez simplificando no poco la cuestión abierta y disputada, en este escrito hablaré de trastorno narcisista y psicopático de la personalidad; ergo, distinguiré solo entre perversos narcisistas y psicópatas socialmente integrados.


A lo largo de mi vida he conocido a algunos, los he sufrido (mejor, ellos me han hecho sufrir) en el ámbito profesional, en el cultural y aun en el familiar. Seres inhumanos, perversos y como diabólicos. Hoy tengo nítidamente claro que siempre he sido víctima inocente de tales violencias psicológicas, y que solo puedo ser víctima inocente de tales fenómenos devastadores de la dignidad humana. Porque como insiste en afirmar el psicoterapeuta, doctor en Psicología y profesor-conferenciante Iñaki Piñuel y Zabala (en verdad, lo deben afirmar casi todos los expertos), la víctima del maltrato psicológico es siempre inocente; el maltratador psicológico, ya sea como perverso narcisista o como psicópata socialmente integrado, o como lo que sea, es siempre culpable. Siempre.
´


Y digo más y digo bien: es un culpable, ciertamente el solo culpable, que siempre va a negar la culpa del maltrato que perpetra, usando para ello la máscara del mayor de los cinismos, la mayor de las desvergüenzas, la mayor de las vilezas morales, como experto manipulador que es y mentiroso compulsivo y calumniador de sus víctimas sin un gramo de piedad. O la va a justificar, la culpa, aunque para ello tenga que victimizarse, mentir, manipular, amenazar a la víctima, difamar, chantajear, hacer triangulación amorosa, hacer el vacío, la técnica de la luz de gas, el descarte, la del juego de la piedad... O va a determinar que la víctima de su violencia psicológica “se lo ha buscado, se lo merece por loco, necio, estúpido, débil...” Esto es: todo menos el asumir su culpa, su responsabilidad única y exclusiva en la perpetración de esa maldad sin parangón que es la violencia psicológica.


De manera que llegados a este punto, ya me siento con determinación para dejar caer que desde mi conocimiento de este asunto (de un año para acá debo haber leído en Internet docenas y docenas de artículos sobre esta realidad, algunos ensayos de especialistas, y sobre todo un número innúmero de vídeos en Youtube sobre ambas especies de seres trastornados y sobre el sufrimiento que causan a sus víctimas inocentes), si me pidieran una primera aproximación para singularizar quiénes y cómo son los perversos narcisistas y los psicópatas socialmente integrados, cómo los veo yo, diría esta: son personas que, tras una fachada de ejemplaridad, excelencia, amabilidad, perfeccionismo, alta profesionalidad, honestidad, encanto irresistible (vamos, auténticos seres maravillosos que uno quisiera como correligionarios, compañeros de trabajo, socios de algún negocio, vecinos, amigos, hermanos, primos, hijos, esposos, padres…), esconden a un ser oscuro, maligno, perverso, lleno de odio, rabia, resentimiento, iracundia, envidia y celos patológicos. A un ser sin empatía alguna, sin emociones, sin sentimientos, sin conciencia moral, sin alma, frío e implacable, provisto de un ego endiosado y falsísimo. En definitiva, a un ser incapaz de sentir el más mínimo remordimiento ante el sufrimiento psicológico, moral, espiritual y existencial causado por él y solo por él a sus víctimas inocentes.


Cada una de las características o singularidades que apuntamos de estos seres gravemente trastornados bien merecería un tratamiento detallado; veamos solo la envidia. Sostienen algunos especialistas que la envidia es la más nuclear y determinante de todas las señaladas. En el caso de los narcisistas y los psicópatas integrados, hablamos de una envidia en verdad morbosa, enfermiza, patológica, completamente irracional, si es que cabe hablar de racionalidad en algún aspecto de la envida. Una envidia que es como una mala digestión majadera que tarda y tarda en calmarse y que, empero, no se acaba calmando del todo nunca. Ni siquiera cuando vampiriza a sus víctimas para, manipulándolas, desestabilizándolas, violentándolas psicológicamente, buscar saciar con ese combustible obtenido de la víctima su atroz vacío interior, su desequilibrio emocional, su tenebrosa insustancialidad estructural.


Por esa envidia patológica y como irreprimible e insaciable que siente el trastornado narcisista o psicopático es por lo que odia: odia a sus víctimas porque las envidia. Las quisiera destruir. Y envidia de ellas lo que él no tiene: empatía emocional, sentimientos, sensibilidad, sed de Dios, sed de justicia, bonhomía, códigos éticos y morales, vitalismo, felicidad…



A modo de conclusión. Personas que te manipulan y violentan psicológicamente y que empero se excusan, se justifican, te siguen atacando, te culpabilizan de todo, se victimizan ellos y ellas…, ¿cómo no desear poner en práctica el contacto cero con estas personas? Contacto cero que es, como su nombre indica, romper toda comunicación con ellas, aunque sean tu esposo, tu esposa, tu hermano, tu primo, tu…


Si estamos ante personas que te mienten descaradamente, sin ningún pudor, con total desvergüenza, y que te agraden incluso con sus ojos fríos, inexpresivos, taladradores, ¿cabe soñar con llegar a ser amigos de ellas siempre tóxicas, dañinas y destructivas? Nada de lo que estos individuos e individuas ofrece garantiza un mínimo de amistad que merezca tal nombre. Entonces, ¿por qué no la vía del contacto cero?


Si estamos ante personas que te van a devolver el mal por más que tú los trates bien, ¿qué sentido tiene dialogar habiendo advertido la nula reciprocidad, la nula asertividad que inevitablemente se van a dar en cualquier intento de auténtica relación con estos seres?


Si solo abusan, se excusan, manipulan, tergiversan, lastiman a sus víctimas, calumnian, difaman, hostigan, toda vez que su único objetivo es ganar, sentirse superiores a los otros, humillar para sentirse importantes, ¿qué excusa hay para no aplicar el método del contacto cero?


Si por tanto se trata de personas con las que es una mortificante pérdida de tiempo todo intento de diálogo desde la verdad, la transparencia, la buena intención y la asertividad, ¿para qué empeñarse en dialogar en vez de aplicar el contacto cero? Siendo indudable que estas personas despreciadoras de la razón, la verdad, la lógica y el bien solo pretendieran la marrullería en esos imposibles diálogos de besugos (hacer trampas, jugar sucio, para vencer y humillar y dominar y manipular y acabar lastimando a su adversario, a su víctima, con el único fin de seguir alimentando su ego endiosado y falso, su baja autoestima herida), ¿cómo resistir la tentación de no caer en sus trampas, en sus provocaciones, en su maldad, en su miserable ruindad?


Si estos seres perversos y deshumanizados se saben la lección (humillando al otro es como acaban sintiéndose ellos superiores, ¡subidón de gasolina vampirizada!), entonces, ¿por qué no aplicar el contacto cero?


Si conocemos que más allá de su fachada de personas irresistiblemente excelentes, excelsas, dignas de toda máxima admiración, se esconde un ser radicalmente infeliz, ¿por qué no cuidamos que no nos acaben robando nuestra felicidad, que es al cabo lo que ellos buscan? ¡Son huecos, están vacíos, viven en la superficie rotos por dentro, huérfanos de empatía, no han descubierto en verdad el sentido de la vida, son personas sin substancia! De ahí su envidia patológica. De ahí el oculto o implícito patetismo de sus vidas.


Si luego de que te han humillado, difamado, calumniado, despreciado, infravalorado, amenazado (a veces gravemente), siguen humillándote, difamándote, calumniándote, invariablemente, endiosados y despóticos creyéndose el ombligo del mundo, y sin mostrar arrepentimiento alguno, empatía alguna, sentido de la culpa alguno, ¿tiene alguna razón de ser desear mantener algún tipo de contacto con estas personas tan despersonalizadas y despersonalizantes?


Si luego de todos los perversos mecanismos de control, manipulación, dominio y violencia psicológica que han puesto en práctica contra ti (hacerte el vacío, la triangulación amorosa, el juego de la piedad, la luz de gas, el descarte…), siguen poniéndolos en práctica, sin ofrecerte ninguna clase de explicación de ello, pues no en vano ellos (y ellas, también están ellas) te desprecian, te llaman necio, loco, se sienten superiores, se consideran perfectos, nunca se equivocan, por tanto nunca piden perdón, ¿por qué no establecer de una vez para siempre y de manera irrevocable el contacto cero?


Si son abusivos y manipuladores hasta la náusea, 
resentidos contra la vida y contra el mundo, y si viven atrapados en su odio patológico y, como forma sibilina de herir y devaluar tu autoestima, te llaman loco, necio, lerdo, inútil, y en todo te infravaloran, ¿qué sentido tiene intentar algún tipo de amistad o de fraternidad con estos seres? ¿Para qué?


Si conocemos perfectamente que son seres perversos que, al carecer totalmente de empatía emocional y de conciencia moral, disfrutan haciendo sufrir a sus víctimas, cerrados herméticamente a cualquier sentimiento de remordimiento, ¿para qué el baldío esfuerzo de intentar vertebrar una relación auténtica con estos seres?


Si tienen la desfachatez y el cinismo de negar o justificar, con mil trampas y triquiñuelas, a cuál más perversa, la violencia psicológica a que someten a todas sus víctimas, que son siempre inocentes, ¿por qué tendríamos que aguantar tan monstruosa y totalmente vil falta de respeto a nuestra dignidad de personas? ¿Por qué no aplicar, de una vez para siempre y de manera irrevocable, el contacto cero?


De una manera irrevocable, toda vez que estos individuos e individuas, en verdad gravemente trastornados en su personalidad pero que se creen los numbers one, nunca van a cambiar; nunca van a pedir perdón por todo el sufrimiento que causan; nunca se van a bajar del podium en que han colocado su falso ego endiosado; nunca van a dejar de creer que no son esos seres que, de tan perfectos, jamás se equivocan; nunca van a dejar de amenazarte y acojonarte con su ira narcisista o psicopática… Y nunca es nunca. Nunca.


Así, hasta el final de sus días, que suelen ser descritos en términos tenebrosos y trágicos. En efecto: sin fuerzas ya ni casi encanto, abandonados por todos, hasta por sus antiguos aduladores, monos voladores y demás especies de asociados, se acabarán ahogando en su propio vómito de odio, resentimiento, ruindad y envidia. Salvo el caso muy pero que muy milagroso -y como milagroso, de todas todas improbable- de que al final de sus vidas pidan perdón a Dios y a los hermanos por todo el daño hecho, y sobre todo derrumben su ego endiosado y falso y lo reemplacen, en un último momento y como a la desesperada, por el yo auténtico y niño que quedó sepultado en algún lugar remoto de la infancia.


Comoquiera que sea, cuando Dios los llame, uno a uno, a su presencia… (Bueno, esto ya no es asunto mío: yo tengo ya bastante con trabajar día día por la salvación de mi alma, desde mi humana existencia tan llena de limitaciones, fragilidades y noches oscuras del alma, con amar a mis seres queridos, con perdonar a los que me hacen mal, y con tratar de apartar de mi vida a estos seres perversos que son los narcisistas y los psicópatas integrados. Con contacto cero. Sin que ello impida que uno deba perdonar también a los narcisistas, ¡por muy arduo que sea, que lo es!, y por más que ellos no te perdonen a ti, ni a nadie.)


5 de junio, 2020. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.



viernes, 29 de mayo de 2020

"Ante la perversión moral de algunos, ante sus ataques a la dignidad humana..."



A mi juicio, son tan perversos los narcisistas, en cualquiera de sus modalidades (encubiertos, extrovertidos, con rasgos más o menos psicopáticos o sociopáticos...) que, como bien conocemos, lo que invariablemente hacen es negar la trágica evidencia de la violencia psicológica que perpetran contra sus víctimas.

El colmo del cinismo y la depravación moral. Porque encima no cejan en su muy narcisista vanidad de ser reconocidos como personas ejemplares, dignas del aplauso de todos, de la admiración de muchos. Y desde luego, no les tiembla el pulso a la hora de presentarse como víctimas de sus víctimas (juego de la piedad se denomina a esta maniobra victimista: cínica, sarcástica y demoledora a tope de la psique de la presa del trastornado).

Soberbios, arrogantes, pretenciosos, malvadamente retorcidos, tóxicos a tope, envidiosos patológicos, mentirosos compulsivos, auténticos trastornados, vengativos que se creen con derecho a todo, narcisistas que se creen superiores al resto de las personas (a las que miran y tratan con total desprecio y sentimiento de superioridad)...

Individuos que no viven sino para cultivar su falso ego endiosado en un mundo de fantasía en que ellos ocupan el centro, desde el que esperan la sumisa adoración de los demás. Individuos que al carecer totalmente de empatía usan y tiran a los otros cuando ya no les sirven -otros que nunca son tratados como personas sino como cosas-, son verdaderos monstruos que, para mí sin duda, si no tuviesen parte con el mismísimo Satanás no serían capaces de hacer tanto daño.

Consumados manipuladores de la verdad y de la realidad -que retuercen a conveniencia propia-, ladrones y a la vez patológicamente envidiosos de la empatía de cualquier persona normal, estos seres perversos y en verdad de mente perturbada lo que buscan al hacer daño a sus víctimas es el robarles a estas la alegría de vivir, la empatía que ellos no tienen, la sana gestión de las emociones, el sentido de la verdadera justicia, el sano amor al prójimo, la compasión hacia el que sufre, la felicidad de la que ellos carecen...

Su envidia enfemiza o patológica les impide aceptar la autonomía del otro, la vitalidad del otro, el código de valores éticos y morales del otro, fundamentado en la sana y gozosa gestión de las emociones, aunque en el fondo, insistamos, envidian todo esto dicho. Iñaki Piñuel: "Las víctimas de la guerra de los Quer son las hijas ...

Por esto mismo nos parecen tan destructivos, tan diabólicamente malos. Y para mí como católico que soy, son candidatos firmes a la condenación eterna (¡y claro que no estoy jugando a ser Dios!, en modo alguno, ni juzgando ni condenando, de manera que por la salvación de mi alma he de luchar día a día, y día tras día se lo pido al Dios Uno y Trino y a la Santísima), pues luego de pasarse toda una vida haciendo daño sin arrepentirse de ello en modo alguno, dejando cadáveres espirituales por todas partes, sin arrepentimiento alguno, sin conciencia de pecado, sin conciencia moral, sin entrañas de misericordia, sin empatía, sin verdadero amor al prójimo, sin sentir remordimiento alguno ante todo el daño que causan, sin apertura a la acción del Espíritu Santo, que alguien me explique cómo podrían salvarse...

Para Dios nada es imposible, me responderán. Y es cierto. Pero al igual que hay un solo pecado que Dios no puede perdonar (el llamado pecado contra el Espíritu, que es el de todas aquellas personas que ni siquiera se arrepienten de sus pecados, determinación que Dios respeta, pues nos ha creado libres), sucede que los narcisistas nunca jamás se arrepienten de sus malas acciones, de todo el daño que causan. Ergo...Pin en Yo soy asi y que...

Argumentan los especialistas (se lo he escuchado, entre otros, al estupendo Antonio de Vicente, psicólogo experto en estos asuntos) que la senectud de los narcisistas es horrible: solos, abandonados, descubiertos ya por los demás más allá de la máscara de su falso yo narcisista endiosado, sin fuerzas ya ni encanto personal para seguir seduciendo, manipulando y dañando a sus víctimas, a sus monos voladores, cerrados totalmente al perdón...

Solo que insisto: de entre sus técnicas de manipulación y violencia psicológica más perversamente refinadas que usan para hacer daño a sus desgraciadas víctimas o presas -siempre inocentes, no se olvide este dato-, ocupa un lugar preeminente la técnica de negar sistemáticamente el maltrato psicológico perpetrado.

Se hace difícil encontrar palabras para tratar de explicarse uno cómo puede ser tan vil una persona, moralmente hablando, tan depravadamente ruin, que la haga capaz de causar tantos y tales estragos en la psique y en la vida toda de otras personas. Hasta el extremo de "disfrutar haciendo sufrir a las víctimas".

Ante estos monstruos de la perversión en las relaciones humanas, de nada vale ir con la verdad por delante; ni con actitudes de comprensión, diálogo, amor a la verdad, empatía, cordialidad, asertividad, apuesta por la razón cálida (ni cálida ni fría, de ninguna temperatura les vale)... Absolutamente de nada. Se reirían con sarcasmo y sin sin rubor alguno de todas estas buenas intenciones. Pues estos seres irredentamente perversos solo entienden de un lenguaje: o se acepta lo que ellos tratan de imponer de forma totalmente arbitraria, manipulativa y dañina, o leña al mono.

¡Y ay de ti, por cierto, si descubres que son narcisistas o psicópatas socialmente encubiertos y se lo echas en cara! Toda su ira entonces, toda su rabia se volverán contra ti en forma de insultos, amenazas, difamación, hostigamiento, infravalaración, denigración, desprecio, injurias, calumnias, calculados silencios...Te llamarán necio y loco, cuando lo cierto es que los necios suelen ser ellos al carecer, por lo general (excepciones a un lado, que siempre habrá), de un pensamiento y un conocimiento profundos de las cosas y, sobre todo, al ser personas en verdad desequilibradas.

Llamarán loca a su víctima, sí. Ellos que desquician a sus presas con sus marrullerías para dominar, manipular y hacer daño, ¡se atreven a llamar loca y necia a la desgraciada víctima que han previamente desquiciado con sus perversas tretas! No argumentando por cierto nada en apoyo de tal acusación, porque nada pueden argumentar en verdad al respecto; solo odio, rabia, resentimiento, celos patológicos que espetan contra su víctima. Y porque llamar loca a su víctima o presa no es sino una de sus estrategias de manipulación y de violencia psicológica.

En realidad los únicos locos son ellos, al tener su mente totalmente perturbada e incapacitada para las emociones, la empatía, el verdadero amor, la amistad, el bien, la honestidad, la bondad y las relaciones humanas sanas.

Si no fuesen tan monstruosa, cínica y perversamente dañinos, hasta te darían lástima por el cuadro psíquico tan desequilibrado que presentan. Pero lo cierto es que siendo tan abusadores, manipuladores y violentadores de sus víctimas uno no puede sino sentir espanto ante la sola presencia próxima de uno de estos seres que, de tan malvados, de tan viles y ruines, de tan vampiros chupadores de la energía del otro, parecen salidos de las entrañas del mismísimo infierno.

Con todo, según reconocen los expertos en el estudio de la mente humana (psicólogos, psicoterapeutas, psiquiatras, neurólogos...), y más si son creyentes, tarde o temprano los narcisistas pagarán por todo el daño que se han pasado haciendo en sus vidas. Así, se han descrito muchas experiencias de senectudes realmente desoladoras vividas por los narcisistas, sociópatas y psicópatas. Y cómo, ni aun así, se arrepienten del daño que han hecho sino todo lo contrario: se enrocan y enrocan en su narcisismo insaciable y como a la desesperada, lleno de victimismo, de ira callada y de odio...

En fin: Dios nos libre del daño maléfico que ocasionan en nuestras vidas los narcistas perversos, psicópatas integrados y resto de seres tóxicos.


29 de mayo, 2020. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.


jueves, 28 de mayo de 2020

"Un sacerdote menos, mil narcisistas más"

Un sacerdote menos, mil pitonisas más


George Bernanos


Al doctor en Psicología, psicoterapeuta, profesor y escritor Iñaki Piñuel y Zabala. Con gratitud por su trabajo impagable en pro del desenmascaramiento de esos monstruos llamados narcisistas y psicópatas integrados.



A decir verdad, considero que una de las perversiones más luciferinamente refinadas puestas en circulación por los psicópatas socialmente integrados y los perversos narcisistas es la de negar el maltrato que perpetran contra sus víctimas: la sistemática e inmisericorde violencia psicológica con que intentan lastimar, desquiciar y al cabo enloquecer a su presa. Para así ellos seguir engordando su ego narcisista endiosado, su baja autoestima herida, su falta de amor y de empatía hacia el prójimo, al que acostumbran a usar y tirar en función de sus propios intereses, mas nunca tratar como una persona merece ser tratada.


En efecto: ellos se sienten especialmente poderosos, grandes, eximios, seres humanos de excepción, irresistiblemente los mejores de entre los mejores y con derecho a todo, cuando manipulan y lastiman a sus víctimas (con estrategias como la de hacerles el vacío, la de perpetrar contra ellos el silencio victimizador, la de la luz de gas, el juego de la piedad, el acusar a sus víctimas de estar locas o ser unas necias, el hacer creer a sus víctimas que ellos siendo victimarios son en verdad las víctimas de sus víctimas, la sistemática infravaloración de estas...).


Seres humanos que manifiestan un descomunal horror ante la sola idea de la muerte -que a todos nos sobrecoge en alguna medida, ciertamente, como humanos que somos-, porque esta les proyecta su propia vacuidad axiológica y existencial (el espantoso vacío de sus vidas, su escasa o nula vida interior, su vivir totalmente de espaldas a Dios y a la acción de la gracia de su Espíritu), son auténticos vampiros emocionales que necesitan robar la energía del otro (de su víctima, que es siempre inocente, quede esto claro) para sentirse ellos importantes. Empequeñeciendo al otro, hasta anularlo como persona, luego de lastimarlo el tiempo que haga falta en su dignidad, es como se sienten ellos grandes, poderosos, distinguidos, seres especiales que se creen con derecho a todo: como si el mundo estuviese en deuda con ellos.



Patológicamente envidiosos de los bienes ajenos, destiladores de odio y de resentimiento, consumados manipuladores, fríos, calculadores, implacables (capaces de llevarte a un trance hipnótico si te descuidas con su sola mirada), sin alma, sin emociones, buscadores permanentes del aplauso y la admiración del otro, mentirosos compulsivos y por lo común personas con poco conocimiento profundo de las cosas, personas con un encanto meramente superficial (con un déjame entrar, que decimos en Canarias), es imposible dialogar con ellos: desprecian la razón, no buscan la verdad, no les interesa lo más mínimo la persona de su interlocutor (menos aún si el interlocutor de que se trate es víctima de su perverso maltrato sicológico); solo les interesa manipular a su interlocutor o interlocutores, lastimarlos, humillarlos, hacerse él (o ella, pues los sicópatas integrados y los narcisistas pueden ser hombres o mujeres) con el poder a base de imponer sus criterios.GEORGES BERNANOS (Biographie): Amazon.es: Milner, Max: Libros en ...


Y ay como no se salgan con la suya: vomitarán ira, desprecio, odio, rabia... Patológicamente envidiosos, incapaces de dar amor recíproco y con poco conocimiento profundo de las cosas, van de flor en flor repitiendo acríticamente como loros cuatro o cinco ideas aprendidas, que por supuesto ni entienden bien, con las que pretenden impactar al auditorio, pero siempre buscando llevar la posible conversación a su terrero, para así no perder nunca las riendas del poder y el dominio sobre el otro.


Radicalmente perversos en su capacidad de hacer daño a sus víctimas inocentes, la Iglesia, sobre todo cuando ejerce de madre y de maestra en humanidad y se deja de componendas y connubios con el mundanismo, siempre ha visto que las personas con trastorno de la personalidad narcisista o psicopático tienen un claro influjo del Maligno, de Satanás, príncipe de la mentira y de toda maldad. Algunos narcisistas con alto grado de perversión o de malicia y también algunos psicópatas integrados, es claro que están posesos (espíritus demoniacos moran en el interior de estas personas), y la totalidad de ellos están dominados o gobernados por el Maligno. De ahí la especial malignidad del daño que causan a sus víctimas.


Sofisticadamente cuidadosos en mantener de cara a la galería su impoluta imagen de ciudadanos ejemplares (en el ámbito familiar, profesional, vecinal...), sin embargo tras esa imagen que los presenta como ciudadanos irresistiblemente encantadores y humanísimos -y que ellos y ellas, insisto, se encargan de mantener fuera de toda duda posible, como para no levantar sospechas-, se esconden verdaderos monstruos que depredan a otros miembros de la especie humana, a base de altísimas dosis de odio, envidia patológica, egoísmo y afán de poder y de dominio, narcisismo, capacidad manipuladora y de hacer daño, falta total de empatía, falta total de sentido de la culpa, falta total de auténtica experiencia de Dios...


Incapaces completamente de ponerse en el lugar del otro, en los zapatos del otro (al carecer completamente de empatía y de sentimiento de culpa), más allá de sus máscaras "de cara a la galería" se manifiestan como seres fríos, calculadores, implacables, incapaces de amar auténticamente, ayunos de emociones, ayunos del más mínimo remordimiento cuando hacen sufrir a sus víctimas el trato vejatorio del que son consumados especialistas.


Ladrones de la energía ajena, huérfanos de empatía y totalmente cerrados a la pregunta por Dios y a la sed de eternidad y a la sola pregunta por el sentido de la vida, suelen ver en las personas nobles, con sentido de la justicia, con múltiples frentes culturales abiertos y abiertas ellas mismas a la voluntad de Dios (personas eminentemente empáticas y probablemente brillantes), a potenciales víctimas contra las que ejercer, cuando la ocasión así lo propicie, toda la perversidad de que son capaces con su violencia psicológica. Para, empequeñeciendo a las víctimas a base de humillarlas, a base de depredarlas, engrandecerse ellos: hinchar e hinchar su ego ya de por sí endiosado.


Malvados hasta decir basta y luego más allá de la hora de almorzar y hasta la noche -permitida la gracia, loado el hermano humor, también para estos asuntos tan sufridos y delicados-, son especialistas en desquiciar a sus víctimas; ya hemos adelantado una de sus técnicas más perversas: hundiendo hasta el fondo a sus presas, una vez estas están hundidas no dudan en querer hacerse pasar por "víctimas de sus propias víctimas".


Refinadamente perversos, como salta a la vista, así acaban provocando un doble sufrimiento. O triple, porque encima todo lo niegan, ellos nunca hacen nada malo, nunca piden perdón, no aceptan crítica alguna, son perfectos sin mácula, además de iracundos y vengativos. Y ya puede ser que les digas la Biblia en verso o que les cites los datos más fidedignos consensuados por toda la comunidad científica de psicólogos, terapeutas y resto de estudiosos de la mente humana, que a ellos les dará igual, les resbalará, les importará un pimiento, toda vez que se sienten como por encima del bien y del mal, no les interesa; ellos (y ellas) a lo suyo: tratar de hacer el mayor daño psíquico y moral posible a sus víctimas: difamándolas, hostigándolas, humillándolas, predisponiendo contra ellas a todos sus monos voladores, tratando de que la propia familia de la víctima la acabe aborreciendo (y no raramente lo consiguen: ¡tal es el poder de su capacidad de causar daño!)...


Desde luego, para mí que soy católico -ni que aclarar que un católico siempre necesitado de enmienda y de conversión- una capacidad tal y tan retorcida de hacer el mal al prójimo solo puede proceder del influjo del mismísimo Satanás. Y ciertamente si estas personas narcisistas sumamente perversas o psicópatas integradas actúan con tanta libertad de movimientos, es porque esta sociedad permisiva ya no respira a Dios.


O lo que es lo mismo: si no chapoteáramos en las aguas cenagosas de la aposasía, encantados viviendo como si Dios no existiera, estas personas tan ruines y que tanto daño hacen a los demás serían mucho más fácilmente localizables y descubiertas, y así igual no podrían actuar con tanta impunidad, pues entre muchos les pararían los pies. O también dicho como sigue: habiendo perdido el tradicional oremus a favor del relativismo, la permisivad y el narcisimo consumista, hemos acabado bajando la guardia; y este bajar la guardia nos ha dejado más expuestos, y como inermes, sin defensas, a la perversa actuación de estos malvados, auténticos asesinos del corazón y del alma de sus víctimas.


Parafraseando una cita de George Bernanos: "Un sacerdote menos, mil narcisitas o psicópatas integrados más". Es decir: una sociedad radicalmente descristianizada como la actual sociedad española (por solo referirnos a nuestro país) posibilita que muchas personas tóxicas y dañinas a más no poder campen a sus anchas.


Con lo cual que estamos tratando de argumentar, tampoco es que estemos afirmando que en otras sociedades más determinadas por lo católico como el Medioevo, pongamos, no hubiera narcisistas y psicópatas integrados, ¡y tanto que debió haberlos, en una época además como el Medioevo o Edad Media que desde luego no fue precisamente "oscura y anodina" como se dice de ella y sí turbulenta, apasionada, desbordante, imaginativa, hiperbólica, excesiva, humanísima, lujuriosa, belicosa, guerrera, teocéntrica, claro que feudalísima, etcétera.

Solo que sí tratamos de poner el dedo en la llaga sobre esto: este mundo nuestro tan vacío de Dios y tan exaltador del individualismo, el narcisismo consumista y el materialismo, es sin duda caldo de cultivo para que surjan como esporas estos auténticos depredadores, estos malvados capaces de destruir totalmente la psique de las pobres víctimas que tienen la desgracia de caer en sus garras sin luego saber, poder o querer huir, asumiendo como imprescindible defensa el contacto zero con estos monstruos.



28 de mayo, 2020. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.