viernes, 9 de marzo de 2018

"Nostalgia del paraíso"




<<Leo en la muy benemérita bitácora católica  Religión en libertad la siguiente entrada a propósito de un artículo del novelista, articulista y apologeta católico Juan Manuel de Prada, acaso el novelista confeso católico más brillante y potente en el panorama de las letras patrias de las últimas décadas, o siquiera  uno de los más, sin duda. El artículo de Juan Manuel de Prada, titulado "Teología del circo" y publicado en el ABC,  está sacudido por ramalazos de una inequívoca y entrañable "nostalgia del paraíso" aplicada a la presencia de los animales en el circo. En el mismo, de Prada evoca al genial Ramón Gómez de la Serna, padre de las greguerías, uno de nuestros clásicos literarios, quien opinaba que el circo "tiene toda la ingenuidad, la claridad y la gracia primitiva y edénica".


"Quienes dan esta gracia primitiva y edénica al circo son los animales", apostilla Prada, "que vuelven a hacer amistad con los hombres y se pasean a su lado, como lo hicieron con Adán y Eva... Aquella paradisíaca candidez... en que nuestra naturaleza aún no estaba averiada y nos revolcábamos sobre la hierba con los animales, buscándoles las pulgas o las cosquillas, mientras sus rugidos y barritos y graznidos –pentecostés de lenguas paradisíacas– sonaban como un ronroneo risueño y agradecido".Image result for animales de circo

 
En él los niños, que "aún no tienen conciencia de la avería irreparable que nos expulsó del paraíso", vislumbran "un mundo que los mayores les han escamoteado, por morder el fruto del árbol prohibido". Los pequeños pasan ese rato viviendo "en el segundo capítulo del Génesis", y "los adultos que los acompañan salen del circo con una melancolía muy honda, casi con una rabieta inconsolable... porque acaban de recibir una inolvidable lección de teología".


Pero hay algo así como "una doble tentación del demonio", se atreve a plantear también nuestro ilustre novelista, con palabras que pueden herir oídos un tanto ursulinos, valga nuestra expresión que se quiere graciosa. Porque no en vano se invoca para la prohibición de los animales en los circos la pomposa Declaración Universal de los Derechos del Animal, utilizada por el demonio como tentación: igual que "prometió a nuestros primeros padres que serían como dioses, engañifa delirante que con los años solo ha acarreado a los hombres berrinches de impotencia", ahora el demonio se ha inventado "otra trampa inversa, pero igual de delirante (y más acorde a nuestra época bajuna), que consiste en prometer que los animales serán como los hombres".Image result for circos de animales


 "Ambas teologías tramposas persiguen un mismo fin", concluye de Prada: "Alterar el lugar que al hombre le fue asignado en la Creación: subalterno a Dios, a quien debe adoración; superior a los animales, sobre los que debe ejercer un dominio justo".>>
 
 
Entonces o así las cosas, ¿qué añadir a las ideas vertidas por Juan Manuel de Prada en su artículo? Por mi parte, una como incontrolable indignación, pues si como escritor estoy a años luz de la calidad literaria de Juan Manuel de Prada, como crítico del movimiento animalista que me considero, pondría la mano en el fuego para porfiar que los disgustos que me provocan casi todas las iniciativas de tal movimiento "políticamente correcto" deben quedar claramente más desconsolados y alcanzar más altos niveles de indignación que los que pueda experimentar por la misma causa el celebrado escritor nacido en Vizcaya pero de raíces zamoranas.
 
 
En Canarias, sin ir más lejos, han logrado prohibir los circos con animales. ¿Que tal prohibición ha acarreado la pérdida de docenas y docenas de puestos de trabajo, familias enteras que igual las han pasado canutas durante un tiempo? Pues qué importara tal desgracia, si para la conciencia animalista lo mismo da proteger la vida de una foca monje que la de un bebé. En Canarias, contra el parecer de miles de aficionados (espectadores, galleros...) han logrado también prohibir las peleas de gallos. No contentos con no asistir a ellas -como yo, que nunca voy, de manera que si de mí hubiera dependido ya habrían desaparecido desde hace mucho por falta de afición y de apoyo-, no han respirado tranquilos hasta que no han logrado hacer otra de las suyas. ¿Que tal "triunfo"animalista lesiona los derechos, la afición, la tradición, la economía, la libertad personal, la empresa de miles de personas? Y qué más da, si en nombre del especismo lo mismo viene a dar defender la inviolable dignidad (dignidad y digneidad, dicho zubirianamente) del hombre (varón y hembra, creado a imagen y semejanza de Dios, dotado de alma inmortal, libertad, raciocinio, lenguaje articulado, conciencia...) que los supuestos derechos de los gorilas en el corazón del África negra.
 
 
Y tras la prohibición de los circos con animales y las riñas de gallos, no nos engañemos, no: si no se les paran los pies y se sigue aplaudiendo sus gracias, estos adalides de la ingeniería social "made Nuevo Orden Mundial", hijos e hijas que son del marxismo cultural, van a por la tauromaquia, y luego a por la ganadería (¿se imaginan la hecatombe a escala planetaria que supondría que desapareciera, en lo que el diablo se traga un ojo, la ganadería?), a por el pastoreo (¿se imaginan nuestras Islas sin la secular presencia del ganado ovino y sobre todo caprino, que lleva en nuestras arriscadas tierras desde la época de su poblamiento aborigen?, ¿se imaginan al padre Báez sin sus berrinches (bienvenidos) por el abandono de la ganadería y el pastoreo en Canarias?, ¿y los miles y miles de puestos de trabajo que se acabarían perdiendo?, ¿se imaginan a los tuaregs sin sus rebaños de cabras y sin sus dromedarios?), a por la pesca (artesanal, con caña, de altura, de bajura...), a por la apicultura, a por la colombofilia, la colombicultura y la canaricultura (tradiciones de tanto arraigo en Canarias), a por la caza, a por los zoos y acuarios, a por la presencia de dromedarios en las Cabalgatas de Reyes, a por la presencia de dromedarios en Timanfaya y en Maspalomas, a por la presencia de reses para las pruebas de arrastre...
 
 
Porque de lo que se trata, como bien apunta Juan Manuel de Prada en su artículo, es de subvertir el tradicional orden de relaciones entre el hombre, varón y hembra, y los animales: estos supeditados al hombre, y el hombre, supeditado a Dios. Trastocar todas las jerarquías: al no existir Dios ni cielo ni infierno ni alma inmortal ni conciencia ni sed de infinito o eternidad, desembocamos inevitablemente en una suerte de ontología primaria y débil, inmanente, solo terrenal.


10 de marzo, 2018. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.

         
 
 
 

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