lunes, 2 de agosto de 2021

"Un par de aclaraciones, coronel don Lorenzo Fernández Navarro"



Yo que he sido destetado en las ubres del movimiento obrero de inspiración cristiana y en el personalismo comunitario casi siempre antifranquista, querría ofrecerle a usted, coronel Lorenzo Fernández Navarro, algunas consideraciones a propósito del comentario crítico pero respetuoso suyo de usted a mi escrito "Carta agradecida a nuestro querido papa Benedicto XVI (sin papolatría)".


La primera consideración busca la sombra de una anéctoda habida o acontecida en mi intrahistoria, que diría D. Miguel de Unamuno. A saber: hace algunos años, en el espacio de una jornada de formación o algo así parecido, alquien le preguntó al conocido filósofo Carlos Díaz (máximo representante y exponente en España del personalismo comunitario, propincuo estudioso del anarquismo y del movimiento obrero, él mismo católico y anarquista, asiduo conferenciante, polígrafo, etcétera) cuál era el secreto de su enorme capacidad de trabajo, de su estar escribiendo libros y libros y más libros sin parar, publicando a veces hasta 4 y 5 títulos en un solo año. El muy prolífico Carlos Díaz respondió que es que le salían de la chepa, que sus libros él no iba a buscarlos, que venían solos, como en busca de autor, pero que en realidad algunos los acababa escribiendo hasta con la pinga, por ser justamente tantos lo que escribía, tanta su hercúlea o estajanovista capacidad de trabajo. Así que cuando yo escuché esta última confesión sobre el origen de sus libros, ipso facto creí advertir que él lo decía para dar a entender la facilidad con que los escribía. Y se permitía esa grosería, que no desentonaba en el contexto de amistad y de confianza en que estábamos.


No obstante, cada libro es un parto, y Carlos Díaz conoce y reconoce que sus libros son fruto de jornadas de trabajo y estudio de 8, 10, 12 horas y... y aún todas las horas te parecieran pocas, insuficientes, dada la magnitud de los saberes y dado lo arduo que es llegar a domeñar el idioma, la escritura (lo conozco por experiencia personal). Cuando te entregas en cuerpo y alma a la pasión por leer, documentarte, escribir, estudiar, investigar, todas las horas disponibles se te antojan insuficientes, ¡qué pocas para todo lo que queda por leer, investigar, escribir...! (1) Pero en fin, comoquiera que sea y lástimas aparte en lo que sí confío es en que el propio interesado, el profesor Díaz, no se enfade por la anécdota que he traído aquí, pues la traigo desde la gratitud y cierta empatía, por más que hoy por hoy me sienta bastante alejado de los posicionamientos ideológicos, espirituales y aun eclesiales del autor de una obra que me marcó mucho en su momento, hace ya sus lustros de esto, y que he leído dos veces, a saber, Contra Prometo


De modo que lo que importa es esto que sigue: Carlos Díaz, coronel Lorenzo, ha sido uno de mis mentores, y sobre todo ha sido correa de transmisión que ha hecho posible que yo acabara conociendo a otros mentores y maestros de vida del movimiento obrero, el anarquismo y la Iglesia incluso. Y desde luego, Carlos Díaz no es tan franquista como usted, ni modo, que dicen en mi admirado México (más admirado por el propio Carlos, que lo habrá visitado-pisado lo menos 100 veces; yo, solamente 2). Y si Carlos Díaz no es franquista, imagínese, don Lorenzo, como ya he adelantado aquí mismo, el sentimiento hacia Francisco Franco que se hizo santo y seña en el movimiento obrero, en el anarquismo, en el personalismo comunitario.


Hoy por hoy ya no comparto el antifranquismo de Carlos Díaz -quien llegó a sufrir algunas detenciones más o menos arbitrarias y con nocturnidad y alevosía decretadas por el franquismo, más otros sinsabores emanados de ese régimen que en realidad no alcancé a conocer bien porque yo no había nacido o a lo más era muy chiquitito cuando eso-, tampoco el de sus seguidores. colaboradores y demás amigos, y ni que decir que el característico y visceral del anarquismo y el movimiento obrero. Aunque sí que me sigo reconociendo hijo de la clase trabajadora y simpatizante de la causa libertaria, solo que en cualquier caso en mi artículo de marras no me refiero a Francisco Franco para nada, de quien tengo en la actualidad una opinión más matizada; diríase incluso que favorable, no a su causa, que es irrepetible, sino a la visión de su obra como más bien positiva que negativa en su conjunto para España. Y como está a la vista en el artículo de marras, soy de los que consideranm que el Papa de la Iglesia católica sigue siendo Benedicto XVI, cuya renuncia hoy conocemos que fue "hecha por él inválida de manera intencionada", para así mantener el munus petrino. Bergoglio sería, con el consentimiento cómplice de los obispos, un falso papa, un antipapa, en todo caso un impostor-usurpador de la Silla de Pedro. Un vocero del Nuevo Orden Mundial y de la siniestra Agenda 2030. Alguien que está obrando claramente en contra de la Iglesia de Cristo.


El segundo comentario es a propósito de la referencia que hace usted a lo que reconoció el santo papa Juan Pablo II al conocer el testamento de Franco. Tenía entendido que fue Pablo VI el que llegó a decir eso de Franco ("que nos habíamos equivocado con este hombre"), y no el papa polaco. Pero en fin, para los efectos lo mismo da. El caso es que también se dice que el propio Francisco Franco, como se sabe muy distante del ideario político del cardenal Montini, cuando se enteró de que este había sido elevado a la Silla de Pedro con el nombre de Pablo VI, exclamó: "Obediencia a partir de ahora al papa Pablo, porque ya no es el cardenal Montini, ahora es el Papa".  Y en todo caso, coronel Lorenzo, ¿un católico ha de reconocerse más en el franquismo o más en la democracia cristiana tan preferida y alentada por el propio papa Pablo VI y que en Italia ha dado políticos de la talla humana y política de Alcides De Gasperi y Giorgio La Pira, ambos en proceso de canonización? 


El tercer comentario que quería hacerle es que en las varias décadas de militancia apostólica que llevo a mis espaldas, he tenido la oportunidad de conocer a obispos santos, a matrimonios ejemplares de familia numerosa, a conversos del ateísmo y del anarquismo, a curas cercanos hasta el tuteo, a algún sacerdote que otro que hacía opción de pobreza y mortificación yendo descalzo por la vida, a excuras casados con exmonjas, a curas y religiosos aseglarados habituados a llevar sandalias, cabellos largos y hasta algún pendiente que otro, a católicos curtidos en la lucha militante y con callos en el alma, a curas jóvenes que habían sufrido cárcel por haberse declarado insumisos a la mili obligatoria (yo mismo me declaré objetor de conciencia y estuve a un paso de probar la insumisión, pero me asustó finalmente la idea de dar con mis huesos en el talego)... Solo que militares, lo que se dice militares, creo que solamente llegué a conocer a uno, en todo mi periplo por grupos militantes y del movimiento obrero. Me parece que no pasaba de teniente, era bastante mayor, y por esto, siendo mayor y encima militar, se relacionaba poco con el resto, y había como una tendencia a no contar con él para nada, a dejarlo como a su aire, a su bola, a verlo como un bicho raro, una rara avis (¿qué pintará aquí este hombre?, ¿qué hace alguien como usted en un sitio como este?), y a tratarlo incluso de usted, cosa curiosa que sucediera en la Península, donde la tendencia a tutear a los mayores desconocidos es más acusada que en Canarias (algunos de ustedes peninsulares dirían todavía que por ser aplatanados). Pero en fin, todo este rollo o sermón es para tratar de indicar que imagínese usted, don Lorenzo, qué se podía considerar de Francisco Franco en los grupos militantes por los que yo he pasado, en los que nunca faltaron militantes obreros que habían sufrido presidio en las cárceles de Franco. Y qué se solía pensar incluso de los militares, toda vez que aún permanecía en esos grupos la idea de que los ejércitos son igual a ideario represor, etcétera. Ya sé que no es así, ni mucho menos, pero admitirá usted que en el seno de los grupos que se sienten herederos del movimiento obrero ha anidado la idea de militarismo es igual a represión de las libertades, a clasismo, a jerarquía de poder, a alianza entre el trono y el altar. 

Pero jolines, si ya lo he confesado: en mi artículo "Carta agradecida a nuestro querido papa Benedicto XVI (sin papolatría)" no me ocupo de Franco para nada, personaje que ya no se me atraganta, como sí que se le sigue atragantando al filósofo y exprofesor Gabriel Albiac, cosa que ha reconocido él mismo, ex que es de los grupos marxistas maoístas en su juventud antifranquista, y hoy agudo comentarista de la realidad. De lo que me ocupo no es de denunciar las virtudes y valores de los que se hacen llamar lefebvristas y sedevacantistas (cualesquiera que estos sean) y sí de poner el dedo en la llaga sobre las que a mi juicio son sus obsesiones, sus mantras, sus cantinelas que nada coadyuvan a la unidad de la Iglesia en torno al sucesor de Pedro, cum Petro et sub Petro. Y si lo personalizo refiriéndome a un forista -cosa que igual no debí hacer- es porque me parece muy poco o nada edificante que este forista se refiera al Concilio Vaticano II y sobre todo a los papas de ese Concilio con expresiones totalmente subidas de tono, hirientes y calumniosas. Aparte de que en varias ocasiones también ha aprovechado que el Pisuerga pasa por Valladolid, esto es, la aparición de artículos míos, para arremeter de malos modos contra servidor. Aunque esto tal vez haya de ser lo menos que me deba importar: foristas hay que me han insultado gravemente, que me han intentando ridiculizar, que me han dicho que se alegrarían si perdiera mi trabajo docente, que han insinuado que debo tener los tornillos flojos, que han decretado que estoy como una chota, que soy un simplón de mil pares de narices, que soy un cavernícola; vamos, menos bonito, me han dicho ya de todo. Lo normal es que yo no entre al trapo de esos comentarios, por muy insultantes que sean, me supongo que en señal de aceptar que ese es el precio o peaje que uno ha de pagar si quiere que sigan apareciendo escritos suyos en esta inmensidad que es la blogosfera en Internet.


Hasta aquí y nada más por ahora. Saludos con mis mejores deseos para todos, críticos incluidos hacia todo lo que escribo.


1. Mi admirado amigo Germán Santana Henríquez, profesor de Griego y de Cultura Clásica en la ULPGC (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria), me llegó a decir varias veces que si de él dependiera, se pasaría la vida -mejor, se la habría pasado- estudiando, investigando, se entiende que si encima le pagaran por ello, sin tener que impartir clases. Pues imagínense en mi caso, el de alguien que, sin querer compararse con el filólogo y profesor Dr. Germán Santana Henríquez, tiene un abanico de inquietudes culturales más extenso que el bueno de Germán, quien se centra en el griego y la cultura clásica, campos en los que es un consumado especialista. A mí, además de la filología y la literatura, me interesan la filosofía, la teología, la historia de la Iglesia, el mundo del cine y la música, la historia del arte, la historia del movimiento obrero... Por cierto, desde aquí un abrazo a Germán, quien a sus aún muy jóvenes 56 años ha tenido que abandonar la docencia, en plena madurez profesoral y creativa, a causa de un inesperado trastorno de salud.  Por su parte los filósofos Carlos Díaz y Antonio Escohotado, autores de una obra ensayística de envergadura, suelen confesar que ya próximos a los 80 años aún siguen trabajando 8, 10, 12 horas diarias. Repito: ya conozco por personal experiencia que si uno desea alcanzar un cierto nivel en el cultivo de las disciplinas artísticas, intelectuales y literarias, todas las horas invertidas en tal empresa van a resultar pocas.  


2 de agosto, 2021. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.



 

No hay comentarios: