martes, 3 de agosto de 2021

"¿Qué hacemos con el Concilio Vaticano II?"




De la verdadera Iglesia surgirá una falsa iglesia liderada por un falso papa. El Falso Profeta tendra una religión sin cruz . Una religión sin un mundo por venir. Una religión para destruir las religiones. Habrá una iglesia falsa. La Iglesia de Cristo [ la Iglesia Católica ] será una. Y el Falso Profeta va a crear otra. La falsa iglesia será mundana, ecuménica y mundial. Va a ser una federación de iglesias. Y las religiones formarán algún tipo de asociación global. Un parlamento mundial de iglesias. Vaciadas de todo contenido divino y será el cuerpo místico del Anticristo. El cuerpo místico en la tierra hoy tendrá su Judas Iscariote, y él será el falso profeta. Satanás lo reclutará de entre nuestros obispos.

Arzobispo John Fulton Sheen (siervo de Dios, venerable)


Dice jocosamente Keith Richards, guitarra solista y uno de los fundadores del grupo de rock and roll The Rolling Stones, juntamente con Mick Jagger y el malogrado multiinstrumentista Brian Jones (murió trágicamente a los 27 años, con lo cual también entra a formar parte del grupo mítico de los rockeros muertos a esa edad), que algo electrizante de hacer el amor con 77 años, su edad actual, es el no saber si vas a acabar teniendo un orgasmo o un infarto. Tiene su gracia.

En la vida de Keith Richards ha habido -y tal vez siga habiéndolos- caudales amazónicos de sexo, drogas, libertinaje, inmoralidad, y desde luego mucho rock and roll. No defiendo su modus vivendi, pero tampoco condeno su música, que me gusta, y que reconozco que no sería como es si él no hubiese vivido como ha vivido. De manera que si uno reivindica la doctrina de la fe católica y el consiguiente discipulado de Cristo, ¿qué hace escuchando una música nacida de unos valores, fundamentos y experiencias existenciales rabiosamente ajenos a la moral católica?


La pregunta del millón. Y otra anexa a esta, que es por lo demás nuclear para el seguimiento de Cristo. A saber: ¿qué razones hay para no pasar por la vida como ha hecho alguien como Keith Richards (ya he dicho: caudales de sexo, drogas, alcohol, bohemia, libertinaje, fama, dinero a manos llenas, inmoralidad y rock and roll) y no como el periodista y apóstol católico Manuel Lozano Garrido Lolo, ya declarado beato por la Iglesia, inválido y ciego durante 30 años de los 51 que alcanzó a vivir? ¿Por qué es preferible para cumplir la obra y la voluntad de Dios vivir como Lolo en la pobreza, castidad y alegría, en medio del sufrimiento físico y psíquico que desgarró su vida, y no como la vive Keith Richards o cualquier otra estrella del mundo del rock and roll?


Mientras sigo buscando respuesta a esta pregunta, que es vital para el seguimiento de Cristo, mi gusto por estas músicas mundanas siempre he sentido que me haría casi que imposible la pertenencia a grupos lefebvristas o sedevacantistas, a los que juzgo rigoristas en todo (elección del cine, las lecturas, la música...). Pero sobre todo no lo deseo porque por lo que conozco de ellos, no tengo mal concepto de los papas del Concilio, ni del Concilio Vaticano II tampoco, sin por ello caer en el otro extremo, el de los progres, que siempre tienen en la boca el Concilio Vaticano II, tanto para un roto como para un descocido, pero justamente para no vivirlo, para conculcarlo, para deformarlo, para mundanizarlo y acabar corrompiéndolo, apelando para ello a que ellos viven el llamado espíritu del Concilio, que empero sigue sin saberse bien en qué consiste y ha de consistir.


Pero bueno, lo anterior es otro asunto y bien puede quedar para alguna que otra reflexión próxima. Para la presente cito de pasada a Patricio Shaw, quien es un reputado sedevacantista argentino, filólogo y filósofo que al parecer habla y conoce la mitad de las lenguas del mundo -permítaseme la hipérbole-. Este Shaw (en las antípodas ideológicas y espirituales del literato británico Bernard Shaw) es también del grupúsculo de católicos lefebvristas y sedevacantistas que hablan de "Vaticano II como conciliábulo de la herejía; Vaticano como Vaticueva*; de la Iglesia salida del Concilio Vaticano II como secta de herejes modernistas y masones; de Juan XXIII como masón o rosacruz, comelón y bebedor, y enemigo de Dios, de la humanidad y de la Iglesia; de Juan Pablo II como modernista, herético, irenista y panteísta; de Pablo VI como heterodoxo, enemigo de la cristiandad, demoledor y maricón; de Benedicto XVI como 'Tauber', cabilista y prohebreo..."


Tanto que critican ustedes las herejías del Concilio Vaticano II y resulta que son ustedes los que han caído en la herejía del sedevacantismo. ¿Confesarse devoto católico y referirse al Concilio Vaticano II con el término conciliábulo? ¿Confesarse católico y referirse a los papas de manera tan grosera, irrespetuosa, vulgar y calumniosa? ¿Conciliábulo este Concilio, precisamente el más ecuménico y el más seguido y analizado por medios de comunicación de todo el mundo de cuantos se han celebrado en toda la historia de la Iglesia? Sinceramente, me producen repeluz, por no emplear una palabra más fuerte, los lefebvristas y los sedevacantistas con su ultramontanismo y ultrarrigorismo que no perdona ni una (y reconozco que mi expresión no es precisamente muy caritativa que digamos). Igual debería haber escrito consternación, perplejidad, pero lo siento -disculpas-, he escrito repeluz. Si al cineasta y hombre ateo Woody Allen la música de Wagner le provoca ganas de invadir Polonia, escuchar y leer a los ultrarrigoristas lefebvristas y sedevacantistas me suscita unas ganas enormes de escuchar música de jazz, que es música propia de ambientes de putas, mujerzuelas, malaentes, alcohólicos, drogadictos y en general gentes de mal vivir. Tan rigoristas vienen a ser, o siquiera me lo parece a mí, que me imagino que verán con total indiferencia la violenta muerte de personalidades como Martin Luther King, pongamos, o Dietrich Bonhoefer, porque ambos eran protestantes, o sea, sectarios y cismáticos que vivieron su vida totalmente extraviados en sus ideas doctrinales y espirituales. Visceralmente antiecuménicos, me figuro que juzgarán una encíclica como Ut Unum Sint, de Juan Pablo II, sobre el diálogo ecuménico, de desafortunado escrito irenista, modernista y heretizante. Y del abrazo histórico entre el papa Pablo VI y el arzobispo ortodoxo griego Atenágoras (gesto que levantó la excomunión mutua que pesaba ya durante casi 1.000 años entre las dos Iglesias), muy probablemente solo destacarían la supuesta filiación masónica de ambos dignatarios, el papa y el arzobispo ortodoxo.

¡Por el amor de Dios y los clavos de Cristo! Como si fuesen psicópatas o narcisistas malignos, que nunca reconocen su pecado, sus debilidades, sus impericias y sus culpas al creerse en posesión de la verdad absoluta, y siempre viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Cuando el apostolado renovado a la luz del Concilio Vaticano II y los curas también entusiasmados con la renovación pastoral del Concilio iban a las periferias, evangelizaban a los alejados, etcétera, creaban comunidades de vida (Adsis, CVX, Acción Cultural Cristiana...) y conformaban grupos, colectivos y plataformas de evangelización, ¿los lefebvristas y los sedevantistas se limitaban a celebrar sus misas en latín, es decir, a rezar sin meterse en la lucha militante? Es lo que tengo entendido que siempre han hecho; me sepan disculpar si me equivoco. Cuando un movimiento nada sospechoso de progresismo pero desde luego sí que fruto o hijo del Vaticano II como es el Camino Neocatecumenal mandaba a misión a sus familias evangelizadoras generalmente numerosas, ¿qué hacían entretanto por Cristo y por su Iglesia los ultratradicionalistas dizque católicos ya en la disidencia más o menos cismática? Y cuando un grupo de apostolado seglar como el Movimiento Cultural Cristiano, heredero de los movimientos sociales y obreros e hijo de la espiritualidad del Concilio, lanzaba sus campañas contra las causas del hambre, el paro, la esclavitud infantil, ¿estaban también en la lucha militante los sedevacantistas y los lefebvristas, o se limitaban más bien a celebrar la Vetus Ordo Missae y a pasarse la vida criticando y calumniando a los papas del Concilio Vaticano II, y criticando y calumniando en todo momento al resto del Pueblo de Dios que, en un 99,5% al menos, celebraba su fe bajo la forma del Novus Ordo Missae?

Una cosa que no suele decirse: si los progres, modernistas o secularistas dizque católicos tienen tendencia a hacer obras sin rezar (activismo secularizante), los ultras de la extremísima derecha eclesial son justo lo contrario: rezan y no hacen (espiritualismo desencarnado), o sea, que no dan un palo al agua en la acción evangelizadora. Y son tan rigoristas, tan puristas, tan de extremísima derecha, que con los no creyentes, protestantes, ortodoxos, anglicanos, judíos, hindúes, budistas y resto de credos ni se dignarían hablar, toda vez que de todas estas personas extraviadas en sus ideas religiosas nada se puede aprender. Si son capaces de decretar que personalidades como el Sidharta Gautama Buda, Lao_Tse o Confucio eran servidores de Satanás, desde luego yo al menos no los encuentro muy entusiasmados que digamos con el poder dialogar siquiera con seguidores de tales siniestros y diabólicos personajes, nacidos todos 500 años antes de nuestro Señor Jesucristo.

De manera que por muy equivocado que yo esté, no puedo sino sentir esto: tolerancia cero con los intolerantes. Se creen poseedores de la verdad absoluta, al punto que desprecian todo lo justo, noble, positivo, humanizante, loable y verdadero cuando todos estos valores proceden de fuera o de las inmediaciones del núcleo de la fe católica químicamente pura, sin mácula alguna.

De modo que no me gustan especialmente, no cazan para nada con mi talante, con mi curiosidad por la cultura secular. Y eso que no soy progre, y eso que intento vivir la doctrina de la fe católica en plenitud, sin recortes, sin rebajas. Solo que tal plenitud implica voluntad de fidelidad al sucesor de Pedro (el clásico cum Petro et sub Petro) y a los obispos en comunión con él. Y como ni lefebvristas ni sedevacantistas buscan esta unidad en la doctrina de la fe de la Iglesia cum Petro et sub Petro, y como no creo que el Vaticano II sea el "conciliábulo de las herejías" ni la reforma litúrgica sea un gol por toda la escuadra que la masonería y los protestantes metieron a la Iglesia, y como no soy de derechas aunque ya no sea progre, me siento extraño y lejano a ambos extremismos. Claro que al lado de lo que sabe de teología alguien como monseñor Carlo Maria Viganò -quien sí que simpatiza abiertamente con el lefebvrismo-, lo que yo sé es casi nada; no atesoro su experiencia pastoral ni su fineza espiritual, Él se manifiesta como hipercrítico con el Concilio Vaticano II, con la reforma litúrgica derivada de este y con todos los papas del Concilio. Vale, nada que objetar, él conoce incomparablemente más que yo la realidad de la Iglesia en los últimos 150 años. Pero hoy por hoy, lo que expreso en estas líneas y en tantas otras mías es lo que sigo experimentando y sintiendo. Yo al menos ya he dado el paso de reconocer abiertamente que Bergoglio no es el Papa; por su parte monseñor Viganò, que sabe inmensamente más teología que yo y que es seguro que más conservador en modos y costumbres, gustos musicales y artísticos, etcétera, lo pone a parir a diario, cierto, le dice de todo menos bonito, lo califica hasta de mentiroso, prepotente y manipulador, solo que lo sigue reconociendo como papa, el Papa.

En fin, monseñor, reciba mis saludos, mi apretón de manos, y yo de usted reciba su bendición de celoso pastor de la Iglesia de Cristo fundada sobre la roca de Pedro.

Postdata. Sostiene monseñor Viganò que la misa montiniana (Novus Ordo Missae) expresa mal e insuficientemente la teología tradicional católica, razón por la cual el Novus Ordo Missae es incompatible con la teología y la eclesiología que subyace en el Vetus Ordo Missae. Una forma fina y educada de sostener que la misa reformada de Pablo VI no sirve por insuficientemente católica. ¡Uf!, a mí que me registren. Esto es, no me alcanzan mi sapencia teológica ni mi fineza espiritual para tener claro esto que afirma Viganó. De manera que para este particular, como para otros relativos a la doctrina de la fe de la Iglesia, dejo hablar a mi corazón. Esto es: para mí el problema del Novus Ordo Missae no es por el rito reformado en sí sino por los abusos litúrgicos, por las payasadas que se hacen en su nombre, por la vulgaridad con que muchas veces se celebra. ¡Yo mismo he asistido a misas durante años y lustros celebradas en 15 minutos (literalmente), y no pocos feligreses contentos de que fuese tan cortita! Misas en las que se suprimían prácticamente todas las rúbricas, en las que el sacerdote oficiante nunca jamás predicaba, como nunca jamás inciensiaba el ambón y el altar, al igual que tampoco hacía jamás adoración alguna al Santísimo... ¡Esto sí que me parece un desastre, más que el que no se celebre sistemáticamente y siempre la Vetus Ordo Missae, rito que también, como ha reconocido el muy sabio teólogo P. José María Iraburo, no era raro que se celebrara, antes de la reforma litúrgica, de manera rutinaria, gris, mecanicista, totalmente alejada del sentir del pueblo creyente, que asistía a los ritos a menudo sin enterarse absolutamente de nada, incluso repitiendo jocosamente por lo bajini gracias como "Dominus vobiscum" (repetía el cura en un momento de la celebración), "el culo te pellizco" (respondían chiquillos y no tan chiquillos).


3 de agosto, 2021. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, bloguero, escritor, militante social.

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