Ojo a los cuatro últimos párrafos del artículo "Esta es la demoledora carta de un hombre de pueblo contra el animalismo del Gobierno" (revista digital Jara y sedal, 22/10/2021). Me permito reproducirlos en mi artículo, no sin antes recordar la obviedad de que los hago míos de quilla a perilla.
Sin la caza que ya comenzaron a practicar hace varios millones de años nuestros antepasados aún recientemente bajados de los árboles, no seríamos en la actualidad Sapiens. Vamos con los párrafos en cuestión (cursivas nuestras):
No nos engañemos, lo que hay detrás de la futura Ley de Protección y Derechos de los Animales es un ideario radical, intolerante y totalitario,
que se dedica a prohibir (nada menos que hasta 24 prohibiciones) todo
aquello que se aleje de sus postulados ideológicos, algunos absurdos e
incluso aberrantes. La defensa de sus ideas se apoya en falsedades,
algunas tan burdas como asegurar que la “Declaración Universal de los
Derechos del Animal” fue proclamada el 15 de octubre de 1987 por la
UNESCO (para mi sorpresa, incluso aparece en el Preámbulo de la Ley
11/2003, de 19 de marzo, de Protección Animal en la Comunidad Autónoma
de Aragón), cuando se sabe que se aprobó de forma unilateral por la Liga
Internacional de los Derechos de los Animales, firmante en Londres de
una declaración que después “proclamó en una sala de la sede de la Unesco en París”.
El momento es grave, ante nuestras narices se está
despreciando, cuando no destruyendo, lo propiamente humano en aras de
“lo animal”. Como aseguró el filósofo Francis Wolff durante el Simposio
«Los animales y los hombres», que tuvo lugar en el Senado español el 29
de marzo de 2019: «El animalismo no es una radicalización de la
protección animal, sino una animalización de la radicalidad». «El
concepto de antiespecismo es absurdo. Si el antiespecismo significa que
debemos tratar a todos los seres vivos sin diferenciar las especies es
la negación de cualquier modalidad porque es poner en el mismo plano los
hombres y los perros, y los perros y sus pulgas».
Es urgente que despertemos de nuestro letargo y
tomemos conciencia de los destructivos movimientos ideológicos que hay
detrás de estas leyes. Hace falta un clamor social antes de que sea
demasiado tarde. Se está jugando con la dignidad y con el trabajo de
amplios colectivos que no sólo disponen su vida con los animales y la
naturaleza, sino que cuidan y aman lo que hacen. Sol, agua, viento,
biomasa forestal y agraria, agricultura y ganadería. Nuestro territorio
está lleno de oportunidades con acciones decididas y una buena
legislación. Necesitamos tener nuestros montes pastados y ordenados utilizando su extraordinario potencial energético con grandes fuentes de calor a través de la biomasa. Bosques cuidados y no abandonados.
No es la España salvaje la que necesitamos sino la que nos
hace distintos y mejores que los animales, la que corre el riesgo de
perderse. No es el espíritu animal el que debe legislar. Nadie
está preparado para cuidar su entorno si no quiere, ama y respeta lo más
próximo y a sus semejantes… y no pienso precisamente en las pulgas.
Seguidamente, analicemos uno de los eslóganes típicos del ideario animalista. Reza así (lo de rezar va sin segundas; cursivas también nuestras):
Cada día que no consumes productos de origen animal estás salvando vidas.
Cada persona que adopta un estilo de vida vegano está protegiendo el planeta para las futuras generaciones.
El veganismo es el mayor acto de empatía, amor y respeto.
¡Somos un movimiento imparable!
Salvar vidas, ¿cómo que salvar vidas? Este enunciado está viciado de raíz, pues salta a la vista que pretende equiparar, apoyándose para ello en el antiespecismo, toda vida (humana y animal) por el mero hecho de ser vida de animales sintientes, humanos y no humanos, según el término, sintientes, tan enarbolado por los animalistas. De modo que salvar vidas sí, pero sobre todo las vidas humanas; luego, las del reino animal. Vidas humanas, por cierto, que la inmensa mayoría de los animalistas no está precisamente por la labor de salvar, pues sabido es que lo menos el 99 por ciento de los animalistas debe ser partidario del aborto provocado (crimen atroz). Así que más despacio y con buena letra.
¿Y con la salvación de las vidas de las minorías cristianas perserguidas y martirizadas en África, Asia y Oriente Medio están de acuerdo las huestes animalistas? En estos continentes se está produciendo un auténtico genocidio de la población cristiana, que en no pocos casos lleva 2.000 años en esos lugares, siendo no raramente la población originaria, antes de que fueran islamizados. Según ponen de manifiesto todos los datos de que se dispone, desde luego que no, pues el animalismo no centra su interés o foco primordial en la defensa de los derechos del hombre; y ciertamente cuando lo centra, lo hace en claves progres, laicistas, típicamente perrofláuticas, moralmente relativistas, irenistas, globalistas (afines a la Agenda 2030 impulsada por los organismos del NOM).
Ergo los animalistas, al aplaudir la invasión migratoria que amenaza con destruir la Europa que hasta ahora conocemos (hija de Grecia, Roma y del cristianismo), manifiestan que les es completamente ajeno el drama de los miles y miles de cristianos perseguidos en África, Asia y Medio Oriente. Y sobre el drama de tantas mujeres violadas en Europa por inmigrantes ilegales africanos, o sobre la inseguridad ciudadana generada por la invasión migratoria sin control, lo que dan es la callada por respuesta. O el recurso a las etiquetas, palabras policía y sambenitos propios de la progresía; incluso por más que a esta siniestra y muy ruin progresía pertenezcan juntaletras moralmente perversos y diabólicamente sectarios como un tal Javier Valenzuela, a la sazón director de Infobae, plataforma digital desde la que dispara sus dardos envenenados en forma de mentiras, demagogias y mixtificaciones progres. Sí, los consabidos sambenitos, las etiquetas, las palabras policía: "facha, fascista, neofranquista, de extrema derecha, racista..."
Cada persona que adopta un estilo de vida vegano está protegiendo el planeta para las futuras generaciones. Falso. El animalismo, que no es para nada un movimiento ecologista, desencadenaría no solo hambrunas para la especie humana si se llevaran a la práctica sus delirantes reivindicaciones, sino que ocasionaría la práctica desaparición de numerosas especies del reino animal, y no solamente el toro de lidia entre las que desaparecieran, juntamente con ese rico ecosistema que son las dehesas en que se crían las reses bravas. ¡Hasta las ovejas, vacas y cabras domésticas correrían peligro de desaparecer!, pues al estar prohibidos por decreto el pastoreo y toda forma de ganadería, ¿quién iba a criar vacas, cabras y ovejas no para la producción de leche y carne sino en plan mascotismo? ¿Quién iba a criar gallinas no para aprovechar sus huevos, su carne y hasta sus plumas sino simplemente por mascotismo?
El veganismo es el mayor acto de empatía, amor y respeto. Vaya, y yo que creía que empatía, amor y respeto eran conceptos aplicados tradicionalmente a las relaciones humanas. Los animales merecen consideración, y ciertamente ciertas formas de empatía, amor y respeto desplegados por el hombre hacia ellos, pero como animales que son, esto es, como sujetos carentes de derechos al carecer de deberes. Los animales merecen respeto, consideración, cuidado, afecto y empatía en su animalidad, no en su digneidad (el término lo tomo de Xabier Zubiri y de su ontología y su visión de la antropología humana).
De manera que ha vuelto a dejarme perplejo este ideario. Y así las cosas y así mi estado emocional, he vuelto a ocuparme de muy similar manera a otras ocasiones, en el escrito que sigue, del impacto que imagino tendría la súbita y generalizada implantación en todo el orbe de las ideas de las huestes del animalismo. Antes, una advertencia: la radicalidad del animalismo es tal, que según fuentes propias del movimiento por mí consultadas, no están ni mucho menos del todo satisfechos y satisfechas con el nuevo Anteproyecto de Ley para la Defensa y Protección de los Animales que acaba de presentar el Gobierno social-comunista. Y no lo están porque les parece "insuficientemente defensor de los derechos de los animales", ¡échale hilo a la cometa! Agüita o casi nada al aparato. Un anteproyecto de ley percibido como radicalmente animalista por cazadores, pescadores, ganaderos, pastores, apicultores, agricultores y gentes del mundo rural, y por no pocos científicos, criadores de perros, dueños de zoos y tiendas de animales, etcétera, pero que por los animalistas más combativos es percibido como poco respetuoso con los legítimos derechos de los animales.
Así que vamos con mi reflexión.
Si por los animalistas fuera (esto es, si estos fanatizados perroflautas gobernasen con mayoría absoluta en una hipotética Aldea Global, así distópica u orwelliana), se prohibiría la equitación, la cabalgadura sobre caballos, mulas, burros, camellos, elefantes, llamas, alpacas, vicuñas y demás cuadrúdedos rumiantes que el hombre ha usado desde la noche de los tiempos para cabalgadura (esto es, para carga y montura). La interacción del hombre con estas especies animales, durante milenios, desde el Neolítico hasta nuestros días, ha ido generando un inmenso y valiosísimo caudal de cultura, todo un acervo cultural de incalculable valor que estaría consenado a desaparecer o siquiera verse gravemente dañado y condenado a la parálisis, al ostracismo, si los delirios antihumanistas del animalismo tomasen definitivo y sobre todo mayoritario asientro en parlamentos, senados, alcaldías, órganos de gobierno locales...
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