miércoles, 7 de abril de 2021

"The Times They Are A-Changin"


Come gather 'round people
Wherever you roam
And admit that the waters
Around you have grown
And accept it that soon
You'll be drenched to the bone
If your time to you is worth savin'
And you better start swimmin'
Or you'll sink like a stone
For the times they are a-changin'

Bob Dylan



Hasta no hace tanto, por las calles de los pueblos pregonaban y vendían su producto pescaderos que, a pie, portaban su pescado en dos cestas de cinc, colgadas de un palo a modo de travesaño sostenido sobre ambos hombros y provisto de dos perchas metálicas de las que colgaban las cestas. Detrás de ellos, artesanales pescaderos, y por todas partes, filas y espontáneas asociaciones de, es de suponer, no pocos de los gatos de la zona, atraídos por el penetrante olor del pescado. Los domésticos felinos respetaban al pescadero de turno y asimismo a las mujeres que salían a comprar el preciado fruto del mar, todo ello con vistas a alcanzar alguna que otra cruda ración de vísceras, tripas, espinas y restos de la mercancía que se limpiaba en las orillas de las calles, esto es, generalmente en las mismas aceras tendidas a la intemperie y al sol.

Desde luego, los tiempos han cambiado, y no solo porque tal inapelable evidencia hija de Cronos la cantara magistralmente Bob Dylan hace ya más de 50 años. De manera que ya no quedan pescaderos ambulantes casi, ni gatos que vayan detrás de los susodichos atraídos por el intensísimo olor del pescado: nuevos aires y nuevos rumbos urbanos y rurales, nuevas normativas de higiene y de consumo humano, el cultivo de algunas especies en piscifactorías, la nueva ola del animalismo que trae pareja una nueva sensibilidad en el secular trato del hombre para con los animales... No obstante, aunque me fustiguen por reconocerlo reconozco aquí y ahora que para mí nuestros pequeños felinos están justamente para servir al hombre: asociados a este como mamíferos semisalvajes o semidomésticos desde hace miles de años, pueden ofrecer al hombre el servicio de cazar ratas y ratones, a cambio de techo y comida. También ofrecen cálida, entrañable y energética compañía, y su particular sentido del cariño, a los humanos con quienes más encariñados se acaben sintiendo. De modo que me parece bien (nada que objetar) que los dueños y cuidadores de gatos, incluso en el caso de que ninguno de los ejemplares que mantengan alcance a cazar ni un solo roedor, se preocupen por sus mininos asegurándoles comida (vale que buena comida para gatos), veterinarios, y hasta ciertas comidades propias del calor de un hogar humano... Solo que tampoco me parece mal que en otros tiempos fuera como he descrito trayendo a esta reflexión el episodio de los pescaderos ambulantes, o artesanales, quienes aún trabajaban el pescado así, esto hasta hace solo algunos lustros, al menos en Canarias. 

No me causa ningún trauma psicológico que haya gatos abandonados. Es decir, no es lo ideal parece ser hoy por hoy, que haya gatos que vagabundeen por ahí, porque los tiempos han cambiado hasta en esto. Pero no me rasgo las vestiduras: de siempre, los gatos más o menos asilvestrados han sabido buscarse la vida, al contrario que los perros, que sí han constituido un problema cuando se han asalvajado. De suerte, insisto, que no me causa depresión alguna encontrarme con colonias de gatos merodeando por los contenedores de la basura cuando uno sale a tirarla por las noches. Están buscando entre la basura humana desperdicios, como han hecho durante miles de años, prácticamente desde que el hombre comenzó a domesticarlos. Y de paso es seguro que se encontrarán con ratas y ratones que también acuden al olor de la basura, de los que ellos sabrán dar buena cuenta, ¡menudos son nuestros felinos caseros! De resultas que si de esos tan nocturnos como electrizantes encuentros entre depredador y presa se sigue que los pequeños felinos domésticos vayan a zamparse una rata en cualquiera de sus salidas nocturnas (ración doble de cena esa noche), mejor que mejor. 

Me temo que estas confidencias mías molestarán a los animalistas, sobre todo si es verdad que entre ellos los más se alarman ante la sola posibilidad de que un gato coma espinas o cace ratas y ratones. Por mi parte, insisto en que no me causa ningún quebradero de cabeza tal posibilidad y sí todo lo contrario, si bien reconozco que una colonia excesiva de gatos asalvajados podría llegar a ocasionar ciertos desequilibrios en determinados ecosistemas, por razones obvias: cualquier nutrida colonia de gatos asilvestrados podría irse decantando por cazar pájaros salvajes, lagartos y lagartijas, ratones silvestres, musarañas, tal vez erizos, todas especies animales que, ciertamente, no tienen al gato como depredador natural.

Así las cosas, coincido con los animalistas, ecologistas y demás activistas de la causa en la necesidad de campañas para la castración de los felinos machos, a fin de evitar lo obvio. En esto coincidimos, mas no así en recomendar el recurso de los anticonceptivos a la hembra humana, como me parece que hace el 99 por ciento de las mujeres de sensibilidad y compromiso animalista. De manera que me quita más el sueño la mentalidad antinatalista, abortista y ultralaicista de la generalidad del movimiento animalista, que el hecho de que haya colonias de gatos sin castrar, siguiendo su instinto de comer y de reproducirse, o el hecho de que aún haya propietarios de fincas que empleen a sus perros en labores de guarda y protección de esas sus propiedades. 

No me quita el sueño ni me deprime que aún haya vacas en los arpendes, cabras y ovejas en corrales y rediles, palomas deportivas, buchonas o de correos en los palomares y en la tenaz afición de docenas de miles de palomeros repartidos por toda España... Ni que decir que los animalistas son decididamente partidarios de que todas estas tareas, aficiones y oficios de la cultura rural desaparezcan. ¿Les importa en alguna medida atentar contra nuestro patrimonio cultural en nombre de unos supuestos o inexistentes derechos de los animales? Muy mucho lo dudo. En cualquier caso, no quiero ni imaginarme lo que comportaría que pudieran llegar a prohibir la colombicultura, por ejemplo, ¡con lo que esta significa para la pequeña historia o historia local de mi ciudad natal en el norte de Gran Canaria! Sí: documentado está que la afición a esta variedad de palomas se debe en buena medida a la presencia e instalación de españoles levantinos en la ciudad de Arucas, sabida la afición que existe a los palomos deportivos en todo el Levante español.

La crianza de palomas con fines lúdicos y deportivos (mensajeras o de correo, deportivas, buchonas...) nos retrotrae al Medioevo y en todo caso a otras épocas en que las palomas facilitaban al hombre el servicio de llevar en sus patas mensajes escritos en papel. Por no hablar de la cetrería... Ambas disciplinas que el hombre desarrolla usando animales serían terminantemente prohibidas por el movimiento animalista, ¡que Dios no lo quiera! 

Por ende, lo que sí me quita el sueño y me deprime son los chiringuitos subvencionados del feminismo supremacista y la ideología de género, frente a los cuales los animalistas no dicen ni mu, ni pío. Pero nada de qué sorprenderse: si hasta exfranciscanos como el vasco José Arregui o teólogos progresistas y excatólicos como el recientemente fallecido Hans Küng -que Dios haya acogido en su gloria, pese a toda la cizaña que sembró en el Pueblo de Dios con sus incontables herejías, de las que se siguen haciendo eco los progreeclesiales o pseudocatólicos- hacen campaña en pro de recomendar el uso de la anticoncepción a los católicos, ¿qué iba a esperar uno de los animalistas, quienes no en balde son perroflautas químicamente puros? Si en general toda la progresía dizque católica es proaborto, proideología de género, profeminismo supremacista, proagenda globalista, promarxismo cultural, ¿qué cabría esperar de las huestes del animalismo? Si ahora nada menos que uno de sus principales téoricos modernos, el filósofo Peter Singer, se ha manifestado partidario de practicar la eutanasia con ciertos enfermos terminales, ¿cómo sorprenderse de que los animalistas sean partidarios de la castración de perros y gatos a la vez que lo son del uso generalizado de anticonceptivos por la mujer...y por el hombre, y asimismo lo sean del aborto y del feminismo supremacista? 

Sí: se rasgan las vestiduras poniendo el grito en el cielo por la pervivencia de la tauromaquia en España, hasta el extremo de criminalizar no raramente a toreros y a gentes en general del mundo del toreo, pero no dicen ni esta boca es mía sobre los casi 100.000 abortos que se producen cada año en España, por la principal razón de que apoyan el aborto. Ergo: se alarman, sofocan y atacan porque se cacen zorros en Gran Bretaña, para aprovechar su piel en la industria peletera o por conservar una tradición que ciertamente puede ser discutible, pero a la hora de pactar no pactan, ni de coña, con VOX, con la llamada derecha identitaria, patriota y católica, sino que únicamente están dispuestos a pactar con Podemos, con Equo, con Más Madrid, con Nueva Canarias; vamos, con la extrema izquierda que jalea a todos esos exaltados grupos callejeros que amenazan en particular a partidos como VOX y en general a toda la derecha identitaria y patriótica, al socorrido y hueco grito de "fascistas, neofranquistas, fachas, amigos y benefactores de los ricos"... Es decir, que los animalistas se alinean, of course, con los partidos más furibunda y radicalmente voceros del globalismo made Nuevo Orden Mundial. Se alinean con el infausto sanchismo, con esa agenda de colocación de empleo que es Podemos, con los violentos e intolerantes que se creen dueños de la calle al grito de "fuera VOX, VOX fascista", cuando lo cierto, según cantan los hechos, es que los únicos fascistas, comunistas, perroflautas, indolentes, indocumentados e intolerantes son ellos y ellas, empeñados en conculcar la libertad y la propia Constitución.

Tampoco parece ser que se arrepientan de las campañas que llevan a cabo consistentes en criminalizar a los cazadores y cazadoras, pero sí que se alarman, atacan y enervan por la secular presencia de animales en los circos. Conozco que el estupendo Frank de la jungla está también en contra de los circos con animales; yo no, a condición de que en los circos los animales no sufran maltrato, y estén bien alimentados y con atención veterinaria, y a condición de que la inmensa mayoría de los especies animales estén en sus hábitas naturales, y solo unos pocos en zoológicos, acuarios y circos.

Con todo, si resulta que los animales en los circos no gozan de las mejores condiciones posibles, ni tampoco las orcas y delfines en los espectaculares acuarios que siguen interesando a la gente, pues qué quieren que les diga, aun al precio de que me vapuleen: incomparablemente peor que los animales cuyo hábitat son los zoos, acuarios y parques temáticos para recreo de las gentes (tipo dromedarios de la subespecie canaria en Timanfaya, Lanzarote, en las Dunas de Maspalomas, Gran Canaria, en Fuerteventura, en Tenerife...), incomparablemente peor están los niños y niñas que siguen sufriendo esclavitud en nuestro atribulado mundo, los parados de larga duración en España (y más parados que habría, en verdad por millones, si desapareciera del todo la ganadería, la pesca, la apicultura, la tauromaquia, el pastoreo, la caza, como pretenden los animalistas). E incomparablemente peor están las minorías cristianas que sufren un silencioso genocidio en África, Asia, Próximo Oriente; tragedia esta que, me temo, no encuentra solidaridad alguna entre las huestes del animalismo.  

Los animales ciertamente son criaturas de Dios: tienen un hálito, soplo, ánima o aliento divino (en todo caso, dones provenientes del Creador), como de hecho reconoció en su momento el santo papa Juan Pablo Segundo. Sin embargo, enervarse, dolerse y rasgarse las vestiduras porque los caballos y los galgos se agoten en sus respectivas carreras para "disfrute de las personas aficionadas a tales prácticas ecuestres y caninas", en tanto se intenta conculcar que la jerarquía moral, axiológica, antropológica, metafísica y aun teológica es esta: Dios, el hombre, y en último lugar los animales... Varón y hembra, sí, creados a imagen y semejanza de Dios, como se nos enseña en Génesis 1, 26-31.

Lo anterior sí que me parece una pasada. Poner el grito en el cielo por ese supuesto maltrato a galgos y caballos orientados a espectaculares carreras, en tanto aplauden los animalistas, como convencidos globalistas que son, la invasión migratoria, la ideología de género, el feminismo supremacista destilador de odio contra el hombre, el ultralaicismo y la ateización de la sociedad, el rechazo sistemático a Cristo y su Iglesia, el relativismo moral y el irenismo, la desmemoriada y sectaria Ley de Memoria Histórica de origen zapateril...   

Entiendo que la pirámide según el orden creatural querido por Dios sitúa a los animales subordinados al hombre (varón y hembra). Mas empero este orden se tiende a conculcar, me parece a mí -dicho lo que sigue con todo respeto, pero también con toda claridad y sin ánimo de ofender, a los que piensen distinto-, cada vez que determinados grupos de activistas del animalismo llaman "asesinos y torturadores" a cazadores y a toreros, resultando que así los criminalizan, en tanto solo parece preocuparles que no haya por nuestras calles de pueblos y ciudades gatos sin castrar. 

La izquierda y la extrema izquierda se han adueñado de las calles, la educación (primaria, secundaria, universitaria) y los medios de comunicación, en buena medida todo esto por culpa de la llamada derechita cobarde. Pero los animalistas no parecen disconformes o descontentos con este orden de cosas; a lo que parece, a los tales sigue quitando el sueño la esclavitud de las gallinas en las granjas, temerosos algunos de ellos de que los gallos puedan violar a las gallinas, pero no dicen ni esta boquita es mía por todo lo que concierne a la mugre bolivariana totalitaria de Podemos, que en Canarias, no se olvide, apuntala el Gobierno sociata, asimismo este con el apoyo de los caciquiles de Agrupación Socialista de La Gomera (obra politiquera del vividor de la política y falso socialista Casimiro Curbelo -de los que cobran por no serlo-) y de los progresaurios, farsantes y globalistas de Nueva Canarias.  

Sufrimos en la España actual de los 7.000.000 de parados reales y los 100.000 muertos por Covid-19, un abyecto e infame Gobierno socialcomunista, y hay una amenaza real de que puedan hacerse con el poder en la Comunidad Autonómica de Madrid en las próximas elecciones del 4 de Mayo (Dios no lo quiera). Para lo cual ya han puesto en marcha toda su maquinaria callejera de acoso y derribo, insulto, desprecio y agresión al contrario político, encarnado sobre todo en un partido como VOX: las hordas comunistas y filocomunistas al servicio del proyecto totalitario de corte bolivariano que encarnan Pedro Falconetti Sánchez y Pablo Chepas Iglesias, más el niño Iñigo Errejón y en realidad la familia toda de la izquierda en España. Y lo que parece y aun está fuera de toda duda es que el movimiento animalista no critica nada de la nefasta gestión de este nauseabundo Gobierno, y mucho menos nada de sus políticas ideológicas, salvo para poner de relieve que según ellos ni sociatas ni podemitas despliegan suficiente sensibilidad animalista. A esta sola queja reducen su crítica a este infausto Gobierno que padecemos.

VOX es un partido con el que es legítimo mantener simpatías y discrepancias, sobre la base del respeto a la legalidad constitucional y democrática. Pero que quede claro que VOX es un partido perfectamente legal, y que no es de ninguna manera fascista. Por contra, las huestes de los llamados antifascistas, las cuales intentaron reventar el acto en Vallecas de presentación de la campaña electoral del partido presidido por Santiago Abascal, no solo constituyen grupos violentos de descerebrados y desalmados, sino que son los verdaderamente fascistas por comunistas, también considerando que deben ignorar, en su ceguera de odio y estulticia, que el fascismo surge de un desgajamiento del tronco común del socialismo de estirpe marxista. Grupos estos de violencia callejera jaleados por el sanchismo, el podemismo, jaleados por los de Más Madrid y por los separatistas.

Y colorín corolado esta historia continúa. Solo que mucho lo siento: me parece bien castrar a gatos para que, sobre todo en caso de que se asilvestren, se evite que se reproduzcan sin control, sean vías de transmisión de pulgas, garrapatas, piojos, o ataquen directamente a pájaros silvestres, lagartos y lagartijas, ratones de campo, erizos, musarañas... Vale. Pero inmensamente más me preocupa que el guineo animalista siga socialmente creciendo y creciendo hasta tal punto que se salgan con la suya, pongamos, con el logro de nuevas prohibiciones en pro de unos supuestos derechos de los animales. Verbigracia: con la prohibición de que los dromedarios paseen turistas en las volcánicas Montañas del Fuego de Lanzarote, en las Dunas de Maspalomas en Gran Canaria, en parques temáticos de Fuerteventura y de Tenerife... Tal prohibición, además de poner en peligro la supervivencia de la subespecie canaria de dromedario, que lleva con nosotros en las Islas 500 años, mandaría al paro a un puñado de cientos de personas, tal vez miles, y a la vez hundiría un poco más nuestra maltrecha economía canaria, ahora que el turismo sufre el golpe airado del Covid-19, y el de la invasión migratoria planificada desde Marruecos. 


10 de abril, 2021. Luis Henríquez Lorenzo: profesor de Humanidades, educador, escritor, bloguero, militante social.  



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