domingo, 31 de enero de 2021

Antes de adoptar el hábito de consultar, desde luego que con fruición y vivo interés, algunas bitácoras para cinéfilos de Internet, para mí la palabra autorizada, y que por lo común más tenía a mano, en materia de crítica cinematográfica la constituían las breves entradas de la monumental Guía del Cine, de Carlos Aguilar, con más de 23.000 títulos, de los realizados en la cinematografía mundial desde sus mismos orígenes hasta el año 2003 (Cátedra, colección Signo e Imagen, 2004, 1.664 páginas).

Conozco que este prestigioso crítico de cine tiene una segunda parte, tan monumental como la primera o por un estilo, pero ya esta segunda obra suya, lógica continuación de la primera, me pilló en plena fidelidad a ciertas bitácoras de Internet, con que ahora sacio más frecuentemente mi cinefilia, sin que haya caído en el olvido, ni mucho menos, la monumental Guía del Cine del muy erudito Carlos Aguilar, de suerte que una de mis costumbres de esforzado aficionado al séptimo arte es la búsqueda de contraste entre lo que dice Carlos Aguilar, siempre inevitablemente breve, y las más extensas críticas sobre películas procedentes de los sitios de Internet que frecuento.

Como no se me caen los anillos en reconocer que Carlos Aguilar sabe de cine inmensamente más que yo, cada vez que leo en su obra citada una crítica que me desconcierta porque en concreto esa cinta juzgada por él yo la reputo de buena, excelente o directamente mala, de modo que en tal caso no coincido con su juicio, mi tendencia es como a querer restarle importancia a mi opinión, a mi gusto particular, a mi gusto, pues estimo que "algo debe fallar en mí" para no acabar coincidiendo con la opinión más autorizada de alguien como él. De manera que cuando mis juicios sobre tal o cual película sí coinciden plenamente con los de Carlos Aguilar, pongamos, ¡la satisfacción me toca con sus delicados dedos!

Ni que decir que esto mismo me ha pasado y pasa con otros críticos de cine y cinéfilos de pro, desde el siempre carismático Carlos Pumares con su radiofónico y muy emblemático y sin duda recordado Polvo de Estrellas, hasta nuestros canarios Claudio Utrera, Luis Miranda o el propio Diego Grimaldi (estos dos, del Aula de Cine de la ULPGC), pasando por todos los miembros del grupo de cinéfilos también nuestro canario de Vértigo, hasta llegar al mismísimo José Luis Garci y su actual espacio de cine en Esradio, en el que encima uno de los invitados fijos es Luis Alberto de Cuenca, cuyos versos que suele recitar en ese espacio radiofónico hacen palidecer a los míos, que parecen dormir el sueño de los justos.

Pero bueno, no quería aquí hablar de mis cuitas, negatividades y complejos de inferioridad, supuestos o reales, de suerte que a veces me armo de valor y, desde hace algún tiempo a esta parte, me voy sientiendo capaz de llevarles la contraria a estos autorizados cinéfilos, cuya sapiencia y cuyo magisterio no dudo que sigan siendo mayores que los míos, solo que sin pretensión de centrar cátedra no dándomelas de sabiendo o enterado, ahora reivindico mi derecho a opinar.

Y opino, y vaya que si opino. 


Film realizado por Claude Chabrol, escrito por Paul Gégauff ("El carnicero", 1970) con intervenciones del realizador. Se rueda en escenarios naturales de Paris y Saint Tropez. Gana un Oso de plata (actriz, Stéphane Audran). Producido por André Génovés, se estrena el 22-III-1968 (Francia), poco antes del mayo francés.


La acción tiene lugar en Paris y Saint Tropez (Costa Azul francesa) a lo largo de los meses de invierno de 1967/68. Federica (S. Audran), rica y ociosa, conoce en el "Pont des Arts", de Paris, a una muchacha pobre, enigmática, sensual e impresionable, que dice llamarse Why, a la que invita a pasar unos días en su villa de la costa.

El film desarrolla una fábula, intensa y perturbadora, de deseo, seducción y venganza, que el realizador envuelve en una atmósfera creciente de estrañeza, misterio y fatalismo. Expone el comportamiento indolente y despreocupado de la burguesía, sus fastos y miserias, que le sirven para establecer su habitual acotación de denuncia y crítica social. La homosexualidad y la bisexualidad son tratadas con cuidadoso respeto en el marco del claro propósito de reivindicar su naturalidad y glosar, tempranamente (1968), su igualdad en relación a las orientaciones heterosexuales. Analiza las relaciones humanas inspiradas en los deseos de dominación, sumisión y manipulación; su fragilidad y ambivalencia; la dinámica que pueden generar; y los extremos indeseables a los que ocasionalmete pueden llevar. La exposición es sencilla, natural, clara y directa, sin engolamientos presuntuosos y sin las habituales referencias freudianas de Hitchcock. El punteado de comicidad viene dado por el dúo que forman Henri Attal y Dominique Zardi, en sus papeles de músicos aficionados y parásitos sociales que viven a expensas de Federica. Ésta es una voraz y posesiva seductora/cazadora sexual, de hombres y mujeres, como ponen de manifiesto los trofeos de caza y las lanzas, flechas y armas que decoran su casa. Se considera que el film, con la asistencia del guionista Paul Gégauff y del productor André Génovés, marca el inicio de la tercera etapa, la de la madurez, de la filmografía del realizador.

La música, del francés Pierre Jansen, colaborador habitual de Chabrol, se apoya en una partitura que sugiere y crea sentimientos de tensión e intriga. Combina instrumentos de viento y cuerda en melodías que lucen aires propios del s. XX. Destaca el emotivo solo de violonchelo que acompaña la escena culminante de la cinta. La fotografía, de Jean Rabier ("El bello Sergio", 1959), aporta al film la visualidad propia de Chabrol, colorista, luminosa y apoyada en una excelente composición. Las interpretaciones de Stéphane Audran (entonces casada con Chabrol) y de Jacqueline Sassard son cautivadoras.

El film, de ritmo pausado, es un drama negro, que muestra la impronta singular de la personalidad del realizador.

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